Por una nueva era de creación de valores (2010)
Propuesta de paz 2010 (sinopsis)
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Vivimos en una época signada por la ausencia de valores, en la que únicamente se reconoce el dinero como medida de todas las cosas. Las discusiones y los debates sobre cuestiones como la pobreza y la desigualdad en la distribución del ingreso, por ejemplo, se plantean exclusivamente en términos de valores monetarios, lo que les otorga un marco innecesariamente estéril y deshumanizado.
Las diferencias cada vez más marcadas en la distribución de los ingresos es un hecho indubitable, por lo que las medidas legales y sistémicas existentes para crear y mantener una red de seguridad social resultan esenciales. No obstante, estas solo se ocupan de paliar los síntomas, cuando se requieren otras providencias más fundamentales y beneficiosas. Para asegurar la eficacia genuina y perdurable de nuestra respuesta a las graves cuestiones que enfrentamos, necesitamos un firme sustento espiritual, es decir, una revaluación fundamental de nuestras prioridades.
Debemos afianzar la conciencia de que los criterios que se aplican para juzgar el valor humano únicamente según su capacidad económica representan, en realidad, una total ausencia de valores. Tenemos que preguntarnos por qué se han difundido un pesimismo y un nihilismo tan acentuados en las sociedades industriales avanzadas.
Cuando la ciencia y la tecnología están divorciadas de la cuestión del valor, y no están sujetas a un verdadero control, se convierten en una amenaza mortal para la sociedad humana. Si no se ejerce sobre esa tendencia una estricta vigilancia, las consecuencias pueden ser realmente devastadoras para la humanidad. La pesadilla desencadenada por el desarrollo de la tecnología de las armas nucleares demuestra a las claras la inmensidad del peligro.
Es necesario reemplazar el nihilismo y el pesimismo con un nuevo sentido de valor que abra las puertas a una nueva era; la religión puede ser la fuente de energía para lograrlo. Hay una gran necesidad de una religión que sea compatible con la ciencia y no contradiga sus principios, pero que a la vez actúe como guía y freno de las tecnologías que, mal empleadas, tienen el potencial de sembrar la devastación.
Una de las funciones esenciales de la religión es ayudar a que las personas pongan un pie firme en el aquí y ahora, y contribuir a que una civilización fuera de control efectúe una imprescindible corrección de su rumbo. El aquí y ahora es el cimiento y el eje de todos los aspectos del quehacer humano. Si perdemos de vista ese punto y nos basamos solo en un mundo virtual, terminaremos esclavizados por la tecnología que nosotros mismos hemos creado.
Por un mundo sin armas nucleares
2010 será un período crítico en la búsqueda de un camino hacia la solución de cuestiones globales, ya que se llevarán a cabo numerosos encuentros importantes, entre ellos, la Conferencia de las Partes Encargada del Examen del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), en mayo.
El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, ha señalado una transformación potencialmente esencial en la situación de las armas nucleares. En el discurso que pronunció en Praga, República Checa, en abril de 2009, el mandatario norteamericano, al hacer un llamado por un mundo sin armas nucleares, dio un nuevo y sustancial ímpetu a las acciones por el desarme, estancadas desde hacía tiempo.
Las armas nucleares son la manifestación de los impulsos negativos más profundos del corazón humano. La labor de abolirlas está plagada de dificultades mayúsculas, por lo que sería poco realista esperar un progreso rápido o sencillo. Es vital mantener un enfoque que sea a la vez flexible pero persistente.
Ahora es el momento de que los estados nucleares compartan una visión unificada de un mundo sin armas atómicas y destierren el mito de la disuasión. Tiene que surgir una nueva clase de pensamiento, sustentada en un trabajo conjunto, para reducir amenazas y crear círculos de seguridad física y psicológica que se vayan expandiendo hasta abarcar el mundo entero.
Los estados nucleares, como prueba de su resolución genuina de erradicar la idea de la disuasión, deberían asumir los tres compromisos siguientes durante la Conferencia de Revisión del TNP de 2010 y aplicarse a implementarlos en su totalidad hasta 2015:
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Lograr un acuerdo legalmente vinculante para ampliar las garantías negativas de seguridad, es decir, la promesa de no emplear armas nucleares contra ningún estado no nuclear, de acuerdo con las obligaciones contraídas en el TNP.
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Iniciar negociaciones sobre un tratado que codifique la promesa de no atacarse entre sí con armas nucleares.
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Donde no se hayan establecido aún zonas libres de armas nucleares, como medida transitoria, declarar que dichas regiones quedan excluidas del uso de esas armas.
Además de ampliar el alcance de las obligaciones legales de no emplear armas nucleares, es también necesario establecer en términos claros la norma de que dichos armamentos jamás deben ser usados. A tal efecto, la amenaza o el uso de armas nucleares deben ser incluidos dentro de los crímenes de guerra que caen bajo la jurisdicción de la Corte Penal Internacional (CPI). El establecimiento de dicha norma allanará el camino hacia la abolición de las armas nucleares, el cual es un deseo fervoroso que abrigan los ciudadanos de todos los confines.
Es menester, asimismo, la creación de un sistema, basado en la Carta de las Naciones Unidas, para que la Asamblea General y el Consejo de Seguridad trabajen de manera conjunta en pos de la completa eliminación de las armas nucleares.
El Artículo 26 de la Carta de las Naciones Unidas establece claramente que le cabe al Consejo de Seguridad la responsabilidad de formular un sistema de regulación de los armamentos a fin de promover el establecimiento y mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales con la menor desviación posible de los recursos humanos y económicos del mundo hacia los armamentos. Sin embargo, hasta la fecha, el Consejo de Seguridad no ha cumplido con tales funciones. Es ya tiempo de que se realicen todas las gestiones necesarias a fin de implementar completamente el Artículo 26, e instar al Consejo de Seguridad a cumplir con sus obligaciones de desarme, impulsando la erradicación nuclear y la desmilitarización de nuestro planeta.
Ninguna de estas propuestas será una tarea fácil de llevar adelante, pero todas ellas se basan en cimientos institucionales preexistentes. No son en absoluto metas inalcanzables. La Conferencia de Revisión del TNP debe iniciar un movimiento hacia los mencionados objetivos, con miras a una reunión cumbre sobre la abolición nuclear en 2015, con sede en Hiroshima y Nagasaki, lo que señalaría efectivamente el fin de la era de las armas nucleares.
Seguridad humana
El impacto de la actual crisis económica sobre los miembros más vulnerables de la sociedad ha sido particularmente severo. Existe el temor creciente de que surjan crisis humanitarias en diferentes partes del orbe, si no se brinda asistencia programada para suplir las necesidades de sus poblaciones. Hay tres áreas que requieren especial atención en ese sentido: el trabajo, la infancia y el empoderamiento de la mujer.
La dignidad de las personas se ve gravemente amenazada cuando estas tienen empleos en los que imperan condiciones inhumanas o degradantes, o cuando la falta de seguridad laboral torna imposible una planificación realista del futuro. El G20 debería asumir su responsabilidad como fuerza motriz de la recuperación del empleo en el ámbito global. Es posible lograr ese objetivo mediante la creación de un equipo operativo que promueva condiciones laborales decentes e impulse el Pacto Mundial para el Empleo, con la supervisión del G20.
Los niños son quienes se ven forzados a pagar el precio más alto cuando sus respectivas sociedades enfrentan crisis. Es alarmante el número creciente de niños que ya no tienen acceso a una buena alimentación y asistencia médica, o que se ven obligados a abandonar la escuela para trabajar.
El UNICEF ha apoyado escuelas basadas en el bienestar infantil y la construcción de aulas que puedan soportar sismos y tormentas. Las escuelas deben funcionar como refugios para proteger a los niños de diversas amenazas, como baluartes de seguridad, y ser el ámbito donde forjar a los pequeños como protagonistas de una nueva cultura de paz.
Para finalizar, es necesario destacar que la educación de las niñas ejerce un impacto crucial en todos los aspectos del desarrollo humano. Extraer el pleno potencial de una niña a través de la educación hará que esta concrete un futuro más brillante para ella misma, su familia y sus hijos, lo que a la larga iluminará a la sociedad toda con la luz de la esperanza. Debemos establecer un fondo administrado internacionalmente para mejorar las perspectivas futuras de la mujer, que permita que una parte de la deuda contraída por los países en desarrollo sea condonada, y el monto equivalente, destinado a la educación de las niñas.
En relación con toda esa tarea, la clave es el poder del diálogo y la decisión de despertar lo mejor de cada individuo. Así como no hay una vía fácil hacia el aprendizaje, tampoco la hay para la concreción del bien. Debemos afianzarnos firmemente en la realidad, enfrentar voluntariamente los desafíos por difíciles que sean y capacitarnos y fortalecernos sin descanso en el crisol de la lucha espiritual y del compromiso con los demás.
Siempre existe un camino, una senda hacia la cúspide de la montaña más difícil e imponente. Lo más importante es poseer la creatividad de considerar las crisis del presente la oportunidad de transformar de manera fundamental la dirección de la historia.