Por una cultura de paz
“La verdadera lucha del siglo XXI no será entre las civilizaciones; ni tampoco entre las religiones. Será entre la violencia y la no violencia. Entre la barbarie y la civilización, en el más auténtico sentido de la palabra.” 1--Daisaku Ikeda
Con el discípulo de Gandhi, B. N. Pande, vicepresidente del Gandhi Smriti y Darshan Samiti (Nueva Delhi, febrero de 1992)
La paz, sostiene Daisaku Ikeda, no es solo la ausencia de guerra. Él define una sociedad genuinamente pacífica como aquella en la que todos pueden expresar al máximo su potencial para vivir plenamente la vida, libres de cualquier amenaza a su dignidad. La paz verdadera solo se puede establecer sobre la base del respeto por la dignidad de la vida, del reconocimiento de nuestra humanidad en común.
Ikeda rechaza férreamente la idea de que las diferentes tradiciones culturales y religiosas que forman la base de las grandes civilizaciones de nuestro planeta mantienen un conflicto intrínseco. Él escribió: “Desde el 11 de setiembre de 2001, existe una marcada tendencia a considerar las creencias religiosas un factor que contribuye a fomentar el terrorismo. Pero el verdadero problema son las ideologías excluyentes y en las acciones fanáticas que se encubren con el lenguaje y los símbolos de la religión. Si no somos capaces de reconocer este hecho, y comenzamos a mirar con recelo a los practicantes de una fe en particular, solo lograremos profundizar la desconfianza y agravar las tensiones”. 2
Desde la perspectiva de Ikeda, todas las tradiciones culturales y religiosas son expresión de la creatividad humana para responder a los desafíos de la vida. Según su visión, la cultura ha surgido de la gente, en diferentes circunstancias históricas y geográficas, al poner sus oídos y su corazón en sintonía con la sabiduría y la misericordia inherentes al mismísimo cosmos. El primer paso y el más esencial para crear una sólida cultura de paz a escala global es fortalecer los lazos y el respeto mutuo entre los distintos pueblos. En definitiva, esa cultura de paz es lo único que puede ponerle fin de manera definitiva al flagelo de la guerra y del terror.
¿Choque de civilizaciones?
Viaje a Bagdad, Irak, en 1962
Los ataques terroristas sobre los Estados Unidos del 11 de setiembre de 2001 y el subsecuente inicio de la “guerra contra el terror” convirtieron el tema del terrorismo en un motivo de enorme preocupación en el mundo entero. Muchas de las propuestas de paz de Ikeda y otros de sus escritos han examinado esa cuestión en busca de una respuesta apropiada y han indagado en temas relacionados con la dudosa idea de un “choque de civilizaciones”.
En cuanto al tema del terrorismo, Ikeda sostiene un criterio inflexible: “El terrorismo, que arrebata la vida de las personas tan cruelmente, jamás debe ser excusado o justificado por ninguna razón o causa. Es la forma más absoluta del mal. Cuando se perpetran actos de terrorismo en nombre de la religión, queda al descubierto la bancarrota espiritual de los perpetradores”. 3
La cuestión de cómo prevenir y eliminar el terrorismo es, sin embargo, más compleja. Ikeda cuestiona medularmente que la violencia pueda resolverse mediante la violencia. ¿Cuáles son los efectos a largo plazo de una respuesta basada en el uso de la fuerza? Aun cuando el empleo de la fuerza pueda en apariencia producir efectos a corto plazo, ¿no termina acaso agravando y perpetuando los ciclos de odio y de violencia? Y si la violencia en definitiva no ofrece una solución viable, ¿cuál debería ser la base de una respuesta realista al terror organizado?
Luego de los ataques terroristas de 2001, Ikeda escribió un ensayo para el libro From the Ashes [Desde las cenizas]
Ikeda enfatiza que cualquier enfoque que constituya una “cura fundamental” en lugar de un simple paliativo, tiene que basarse en el ejercicio del “poder moderado”, basado en los valores firmes y en la cultura. Ikeda subraya: “Ningún esfuerzo obtendrá el apoyo incondicional de la gente o logrará instaurar una estabilidad y paz duraderas, si carece de una actitud de autocontrol, determinada por una aguda conciencia de la humanidad de los demás, algo que considero la esencia misma de la civilización”. 4
Asimismo, Ikeda dice: “Quisiera considerar aquí el tema de la paz desde una perspectiva ligeramente distinta de las opciones políticas o incluso militares. Específicamente, creo que existe una especie de ʻenrarecimientoʼ progresivo, que va carcomiendo desde lo más íntimo nuestra comprensión de lo que significa ʻser humanoʼ, es decir, cómo nos definimos a nosotros mismos y cómo nos relacionamos con quienes son diferentes de nosotros. Siento que, en un mundo atrapado en ciclos interminables de terrorismo y de represalias militares, es crucial someter al escalpelo las raíces corruptas de las que nace el malestar espiritual de nuestra época. Únicamente extrayendo el coraje para llevar esa acción a cabo, podremos respirar nuevamente el hálito liberador de la esperanza.” 5