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Entrevista a la copresidenta del Club de Roma, Sandrine Dixson-Declève

El informe fundamental del Club de Roma, Los límites del crecimiento, publicado en 1972, se centra en las limitaciones físicas del planeta. Por su parte, el informe Aprender, horizonte sin límites publicado en 1979, identifica el problema de fondo con la brecha cada vez más amplia entre la creciente complejidad de nuestro mundo y la capacidad que poseemos para hacerle frente.

Pronto se cumplirán cuarenta y cinco años desde la publicación de Aprender, horizonte sin límites y cuarenta años de la edición de Antes de que sea demasiado tarde, el diálogo entre el presidente de la SGI, Daisaku Ikeda, y el cofundador del Club de Roma, Aurelio Peccei. Con motivo de estos dos aniversarios, la iniciativa Quinto Elemento del Club de Roma ha puesto en marcha un proyecto en colaboración con la Soka Gakkai, titulado «¡Es hora de una revolución humana! Desencadenar la acción a través de la transformación interior y el aprendizaje mutuo».

A continuación, se reproduce la entrevista que se realizó sobre el tema a la copresidenta del Club de Roma, Sandrine Dixson-Declève, y que se publicó en la edición del 24 de agosto de 2024 de Seikyo Shimbun.

1. Por favor, ¿podría describirnos los antecedentes que le llevaron a poner en marcha este proyecto?

El año 2024 marca el 40.º aniversario de la publicación de Antes de que sea demasiado tarde y el 45.º aniversario de Aprender, horizonte sin límites. Ambos libros tienen plena vigencia en el marco de la ética del Club de Roma. Cuando el mundo estaba aprendiendo sobre los límites materiales del crecimiento económico, estas publicaciones brindaron la oportunidad de profundizar en los riesgos más agudos de continuar por una vía económica extractiva y plantearon la necesidad de establecer soluciones tangibles para superar el problema, desencadenando la acción colectiva a través de la transformación interior y el aprendizaje mutuo.

2. ¿Por qué cree que el concepto de revolución humana es importante en el mundo actual?

Nos enfrentamos a los mayores retos existenciales en la historia de la humanidad. El Club de Roma fue una de las primeras voces en alertar sobre el tipo de crisis mundial que hoy resulta tan evidente. Y publicó sus advertencias movido por un compromiso holístico con el futuro de la humanidad. A lo largo de los años, he tenido el privilegio de reunirme con los líderes del Club de Roma y entablar con ellos debates profundos sobre los diversos retos globales. Asimismo, hemos dado a conocer los resultados en diferentes formatos como diálogos impresos, publicaciones o llamadas a la acción. Mediante estos intercambios hemos llegado a un entendimiento común: las crisis a las que se enfrenta la humanidad solo se resolverán si nos basamos en la fe en las inmensas potencialidades de los individuos y en un enfoque renovado de la transformación positiva de la sociedad, es decir, en una profunda revolución humana.

Al repasar la historia de las sabias palabras del presidente Ikeda, de Aurelio Peccei y de tantos de mis estimados colegas del Club de Roma a lo largo de los últimos 50 años, no puedo evitar preguntarme en qué momento realmente florecerá esa revolución humana de forma exponencial, y así poder hacer frente a la magnitud de los complejos retos a los que nos enfrentamos. Debemos capacitar a las personas para que transformen sus propios destinos y creen un futuro en el que la dignidad, la prosperidad y el respeto estén firmemente anclados en nuestra forma de ser en este planeta y en este universo.

Todo ello implica un desarrollo tanto interior como exterior y la comprensión de que la transformación de nuestro destino está directamente vinculada a la forma en que «reconectamos la humanidad» y respetamos los ecosistemas más amplios en las sociedades de las que formamos parte y en todo lo que hacemos. Dicha transformación afecta a los fundamentos de las estructuras y sistemas en los que la humanidad se ha encerrado. Las prácticas a las que hago referencia son, por ejemplo, nuestros sistemas económicos, financieros y de gobierno, que están desconectados de las necesidades reales de las personas, el planeta y la prosperidad, y que actualmente fomentan el poder, los beneficios y la codicia, en lugar de inspirar personas sanas en un planeta sano.

La revolución humana en el siglo xxi implica comprender que no hay desarrollo interior para un cambio social más amplio o la posibilidad de una revolución humana sin una profunda transformación sistémica. Esto permitiría a los individuos y al colectivo humano crear una sociedad que pase del «yo» al «nosotros» y del «ego» al «eco». Garantizar esta transición al «nosotros» y al «eco» implica una mejor comprensión de la problemática humana y de posibles futuros alternativos. Lo que nos lleva al trabajo que estamos haciendo hoy en el Club de Roma a través de los Centros de Impacto. Esta labor constituye el eje de nuestras publicaciones más recientes: La Tierra para todos. Una guía de supervivencia para la humanidad y Limits and Beyond (Más allá de los límites, traducción tentativa).

3. Por favor, ¿podría exponer sus impresiones sobre Antes de que sea demasiado tarde y explicar el significado de Aprender, horizonte sin límites?

Tanto Aurelio Peccei como Daisaku Ikeda eran humanistas que comprendían la complejidad y la necesidad de una revolución y evolución humanas hacia un mayor sentido de humanidad y humildad. Vieron la necesidad desesperada de pasar del «ego» al «eco» y del «yo» al «nosotros» mediante la transformación individual y un cambio social más amplio, en una época que Aurelio Peccei calificó de era tecnológica materialista.

Ambos libros reflexionan sobre la necesidad de aprender de nuestros errores como especie humana y como civilización. También señalan la importancia no solo de potenciar un mayor intercambio, sino de tener en cuenta diferentes perspectivas a la hora de enfrentar retos complejos y abordar la problemática mundial. Es necesario hacerlo desde una profunda transformación interior y exterior en lugar de depender de una revolución material y tecnológica para crear una civilización próspera. El subtexto de Aprender, horizonte sin límites es la necesidad de salvar la brecha humana. Algo que resulta fundamental porque evidencia que, como especie, solo podemos enfrentar los problemas globales vinculados a nuestro sistema económico extractivo a través del elemento humano. Lo que realmente nos permitirá superar nuestros retos existenciales y fomentar un mayor bienestar no son los recursos materiales, sino nuestra capacidad de aprendizaje y un talante humano individual. En Antes de que sea demasiado tarde, diálogo entre Aurelio Peccei y Daisaku Ikeda, el primero confirma el llamamiento a una revolución humana:

Cuando afirmo y proclamo la necesidad de una revolución humana no me refiero a ninguna fe religiosa; como sabes, pienso más bien en una profunda evolución cultural inspirada por un nuevo humanismo capaz de iluminar e ilusionar a nuestras generaciones en esta edad tecnológica tan materialista. Mi diálogo contigo ha mostrado, sin embargo, que, si bien a ti te guía la fe budista y los dos partimos de puntos de vista diferentes y nos servimos de formas de expresión igualmente diferentes, hablamos del mismo género de cambio en el corazón humano. (Antes de que sea demasiado tarde, Taurus, 1985, p. 156)

Aprender, horizonte sin límites nos recuerda, además, que la única manera de abordar las crisis del siglo xxi consistía en pasar de una era tecnocrática y tecnológica materialista, que es la raíz de la problemática humana, a una anticipación consciente de los futuros choques y tensiones. Para ello sería necesario la construcción de estructuras sociales adecuadas que interconectarían fuertemente la toma de decisiones basada en valores humanos y que podría aplicarse a todos nuestros sistemas: los energéticos, alimentarios, financieros, geopolíticos y económicos.

Es lamentable que no se prestara atención a los mensajes de estas publicaciones increíblemente profundas. Como no se escucharon estos llamamientos iniciales a una revolución humana y no se tuvieron en cuenta las terribles advertencias científicas de Los límites del crecimiento (así como tantas otras llamadas a la acción) durante las últimas cinco décadas, como consecuencia seguimos luchando con las mismas cuestiones fundamentales y ahora nos enfrentamos a una era de crisis entrelazadas.

Por tal razón, nos vemos ante la imperiosa necesidad de contar con un nuevo liderazgo que reúna las cualidades del humanismo budista como filosofía del desarrollo humano, la paz y el compromiso social, así como un sentido de nobleza personal y un cambio de actitud para asumir y abordar adecuadamente las crisis existenciales que hemos generado. Este es el reto de hoy. Esta es nuestra responsabilidad colectiva y la mejor manera de honrar el trabajo de estos grandes visionarios y de aquellos que han seguido sus pasos, para traducir su liderazgo de pensamiento en un cambio transformador.

4. ¿Qué resultados busca conseguir este proyecto?

El Club de Roma, a través de su programa El Quinto Elemento, ha estado movilizando a comunidades de todo el mundo ya comprometidas con la revolución humana. Las semillas de la equidad global para un planeta sano ya existen. Este evento pretende celebrarlo al tiempo que reúne diversos participantes, como académicos, profesionales, jóvenes activistas, estudiantes, educadores y representantes de organizaciones no gubernamentales e internacionales para aprender juntos a liberar el futuro, sector por sector.

Sandrine Dixson-Declève es copresidenta del Club de Roma, un influyente laboratorio de ideas centrado en la sostenibilidad global y las estrategias a largo plazo para abordar retos complejos como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la desigualdad económica. Con más de 30 años de experiencia en política, empresa y sostenibilidad, ha trabajado con gobiernos, empresas y organizaciones no gubernamentales para impulsar un cambio sistémico. También es una destacada defensora de la economía verde y ha asesorado a instituciones como la Unión Europea en iniciativas sobre energía, clima y sostenibilidad.

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