Actividad política y persecución
En 1955, Josei Toda decidió que la Soka Gakkai ingresara en la arena política, mediante la postulación de cincuenta y tres miembros de la organización como candidatos independientes para las elecciones locales de ese año. Toda creía que el proceso para una reforma social positiva no podía en esencia separarse del proceso político. A raíz de la información que Daisaku Ikeda le brindaba, Toda sentía un profundo desagrado por las maquinaciones maquiavélicas1de la política y, al tomar aquella decisión, lo hizo con sentimientos encontrados.
En aquel año de 1955, la representación política en el Japón estaba dividida entre los intereses conservadores de los grandes capitales y los sindicatos de izquierda. Entre ambos extremos, existía un extenso segmento de la población –gente que no pertenecía a ningún gremio, pequeños empresarios y otros grupos similares— que carecían de representación dentro de la política japonesa y eran, por ende, motivo de preocupación para Toda.
Al año siguiente, 1956, la Soka Gakkai presentó seis candidatos en las elecciones nacionales para la Cámara de Concejales (Cámara Alta). Finalmente, tres de los candidatos resultaron elegidos, incluido uno que se había postulado en el distrito de Osaka en el marco de una campaña liderada por Ikeda. Y fue ese resultado el que atrajo la atención pública.
El surgimiento repentino de una pujante red popular, capaz de generar un impacto en la política nacional, fue visto como una amenaza por las clases políticas dirigentes. Los hechos que se produjeron en el pueblo minero de Yubari, Hokkaido, después de las elecciones, son una prueba de la vehemencia social y la fuerza política que se puso en marcha contra la Soka Gakkai, y luego especialmente contra Ikeda, cuando este se puso de pie para actuar de acuerdo con la visión social de Toda.
Jóvenes de la Soka Gakkai realizan una marcha pacífica de protesta contra la intimidación del sindicato, en Yubari
Yubari estaba bajo el dominio del Sindicato de Mineros del Carbón, en ese entonces, una de las fuerzas políticas más poderosas del país. Cuando los resultados de las elecciones para la Cámara de Concejales demostraron que los postulantes respaldados por el gremio habían perdido votos ante los candidatos de la Soka Gakkai, el sindicato se sintió traicionado e inició en el pueblo una campaña de intimidación y de propaganda a través de los medios contra los miembros de la Soka Gakkai y de sus familiares, la mayoría de los cuales trabajaban en las minas de carbón o estaban de algún modo relacionados con la actividad. Los trabajadores del carbón que eran miembros de la Soka Gakkai debieron padecer acoso y amenazas; sus hogares eran vigilados, y con frecuencia sus reuniones de oración se veían perturbadas. Se organizaron visitas puerta a puerta para persuadir a los miembros de renunciar a su fe, y ante tanta presión, muchos de ellos sintieron que corrían el riesgo de quedar sin trabajo.
Toda envió a Ikeda a Yubari para resolver la situación. Gracias a su aliento, los miembros de Gakkai de la región se unieron y desafiaron abiertamente la constitucionalidad de las acciones del sindicato y le exigieron que justificara su atropello a las libertades de expresión y de religión. Incapaz de defenderse públicamente, el sindicato se dio por vencido y cesó su acoso.
Ese episodio, no obstante, fue solo el comienzo de las batallas que Gakkai debió emprender.
Arresto injusto
Cuando estaba luchando contra los injustos actos del Sindicato de Mineros del Carbón de Yubari, Ikeda fue citado para un interrogatorio por el cuartel de la Policía de la Prefectura de Osaka. El 3 de julio de 1957, Ikeda tomó un vuelo de la isla norteña de Hokkaido que lo llevó a Osaka, vía Tokio; cuando hizo el transbordo en Tokio, pudo mantener un breve encuentro con su esposa y Josei Toda en el aeropuerto. Esa noche fue arrestado y encarcelado por cargos que, como se demostró posteriormente, eran completamente infundados.
Varios miembros de la Soka Gakkai habían sido acusados de violar la cláusula de solicitud de votos de la Ley Electoral, y los fiscales señalaron a Ikeda como responsable. Lo encarcelaron por dos semanas y lo sometieron a intensos interrogatorios.
Valiéndose de las confesiones arrancadas por la fuerza a algunos de los miembros de la Soka Gakkai que estaban arrestados, los fiscales presionaron a Ikeda para que también firmara una confesión falsa, amenazándolo con detener a Toda, allanar sus empresas y hacer otro tanto con la sede central de la Soka Gakkai.
Miembros de la Soka Gakkai saludan a Ikeda cuando este es liberado de su lugar de detención en Osaka, el 17 de julio de 1957
Claramente, la detención de los miembros de la Soka Gakkai fue el pretexto para lanzar un ataque contra la organización. Pese a la fachada de democratización impuesta por los aliados, muchas de las estructuras de poder y redes de influencia personalizadas que habían operado con total impunidad en el Japón de la época militarista permanecían sin cambios. Los nacionalistas de la Oficina de Fiscales Públicos habían intentado aplastar a la Soka Gakkai en 1940 y habían encarcelado a Toda y a su mentor Makiguchi, por la oposición de ambos al régimen militarista. Aun así, la Soka Gakkai todavía seguía siendo una amenaza, y su creciente aceptación popular era un hecho alarmante que había que manejar. El caso fue a los tribunales y se prolongó por cuatro años y medio. Ikeda, sin embargo, fue exonerado finalmente de todos los cargos en 1962. La fiscalía no apeló. Entre otras cosas se supo, durante la prosecución del caso, que la fiscalía había falsificado las transcripciones de los interrogatorios a que había sometido a los miembros de la Soka Gakkai bajo arresto.
Todo lo sucedido no fue sino un anticipo de los ataques con que las autoridades perseguirían a Ikeda durante décadas.