Más iniciativas
Junto con el establecimiento del partido político Komeito, en los años 60, Daisaku Ikeda inició tres empresas de gran envergadura, que resultaron decisivas en su vida: la elaboración de su novela La revolución humana, su lucha para consolidar las relaciones entre la China y el Japón, y el establecimiento de las instituciones educativas Soka.
«La revolución humana»
En 1964, Ikeda comenzó a escribir una novela en forma de serie, titulada La revolución humana, en la que describe la lucha de su mentor, Josei Toda, para reconstruir la Soka Gakkai, después de que aquel fuera liberado de la cárcel, a fines de la Segunda Guerra Mundial. La obra se inicia con una condena contundente y feroz tanto a la guerra como al militarismo, a la vez que deja claramente expresos los objetivos del movimiento Soka: «La guerra es atroz e inhumana. Nada es más cruel, nada es más trágico». 1
La serie se editó en doce tomos en la versión inglesa. Tanto esa obra como su secuela La nueva revolución humana han representado para el autor una tarea que le exigió un esfuerzo y un compromiso monumentales.
Ikeda empezó a escribir la continuación de la novela en 1993, que comienza cuando el protagonista, él mismo, emprende su primera visita a los Estados Unidos. Los capítulos iniciales ofrecen una perspectiva íntima de esa historia, pues describen los encuentros que Ikeda mantuvo con inmigrantes japoneses, así como también sus ideas y proyectos para el desarrollo futuro del movimiento en ese país.
El resto de la serie, que consta de treinta volúmenes, es, del mismo modo, una historia esencialmente enraizada en el pueblo, que ilustra el desarrollo del movimiento budista en el Japón y alrededor del mundo; representa un rico tapiz narrativo que abarca las múltiples actividades de Ikeda, su visión e ideales, sus discusiones sobre historia y filosofía, y también, pormenores de la vida de los miembros pioneros y de la «gente común» dentro de la organización. El estilo del relato, que posee gran refinamiento y calidad dramática, va tejiendo una historia cautivante que es también en esencia un texto de estudio sobre la práctica budista de la Soka Gakkai en el mundo moderno y un tratado sobre la filosofía del liderazgo de Ikeda.
Las relaciones entre la China y el Japón
Ikeda hace un llamamiento a restablecer el vínculo entre la China y el Japón en la reunión de estudiantes universitarios de la Soka Gakkai (Tokio, septiembre de 1968)
El 8 de septiembre de 1968, durante una alocución dirigida a más de diez mil miembros de la División de Estudiantes de la Soka Gakkai, Ikeda realizó un llamado a la normalización de las relaciones diplomáticas entre la China y el Japón, y estableció los pasos necesarios para lograrlo. Pero, en aquellos momentos, numerosas personas dentro del Japón seguían percibiendo a la China como una nación enemiga, y esta, por otra parte, estaba quedando cada vez más aislada de la comunidad internacional. Por ende, la propuesta generó feroces críticas, pero también interesó a quienes, tanto en Japón como en China, deseaban restaurar las relaciones bilaterales, entre ellos, el primer ministro chino Zhou Enlai. Una persona que apoyó la normalización de las relaciones fue Kenzo Matsumura, miembro de la Cámara de Diputados, la cámara baja de la dieta del Japón. Cuando Ikeda finalizó su discurso, el diputado se aproximó a él y le pidió que viajara a la China. Ikeda consideró que se trataba de un asunto que debía estar en manos de los políticos y sugirió que fueran los representantes del partido político Komeito los que viajaran. De ese modo, se puso en marcha una cadena de acontecimientos que culminó con la restauración de los lazos diplomáticos entre los dos países en 1972.
Ikeda sostuvo que esa iniciativa fue inspirada por su mentor, Josei Toda, quien con frecuencia hablaba sobre la importancia que revestía la amistad chino-japonesa para lograr la paz del mundo. Además, describía a menudo su deseo de ayudar a retribuir la deuda moral y cultural que el Japón había contraído con la China, especialmente, después de la guerra de agresión japonesa contra su vecino asiático, durante las décadas de 1930 y 1940. Las iniciativas emprendidas por Ikeda desde los años 60 con ese propósito abarcaron un amplio espectro de actividades que incluyeron visitas personales a ese país; reuniones y diálogos con figuras de la política y de la cultura; intercambios educativos continuos; programas de intercambio cultura entre ciudadanos de ambas naciones, así como intercambios artísticos.
Las instituciones educativas Soka
Fue también en la década de 1960 cuando Ikeda comenzó a trabajar en el establecimiento de un sistema educativo basado en las teorías pedagógicas del primer presidente de la Soka Gakkai, Tsunesaburo Makiguchi, proyecto que tanto este como Josei Toda siempre habían abrigado. En 1968, Ikeda hizo realidad ese sueño con la fundación de las Escuelas Soka de Segunda Enseñanza Básica y Superior de Tokio. Estos establecimientos no solo fueron creados en honor a sus dos predecesores; significaron un paso importante en el desarrollo de un sistema educativo humanístico, que Ikeda definió como la empresa cumbre de su vida.
A la fundación de las escuelas le siguió el establecimiento de la Universidad Soka en 1971, y, en los años subsiguientes, el de una serie de instituciones educativas tanto en el Japón como en el exterior. Estas casas de estudio están abiertas a todos los estudiantes, y no se imparte en ellas ninguna clase de instrucción religiosa. Ikeda escribió: «Mi decisión fue convertir dichas instituciones en centros de estudio enteramente dedicados a la paz, que trabajaran con educadores provenientes de todos los rincones del mundo». 2
El primer centro educativo Soka fue inaugurado en 1968
Universidad Soka de los Estados Unidos, en Aliso Viejo, California
Numerosas figuras internacionales que visitaron a Ikeda solían recorrer los centros educativos Soka. Con frecuencia, los visitantes afirmaron que, sin lugar a dudas, el vigor y la personalidad vibrante de los alumnos y profesores, la dedicación a la paz que está presente en todos los aspectos de los planes de estudios, y la atmósfera general de atento cuidado y genuino interés que caracteriza a las escuelas, son quizás la más clara manifestación de los valores y de la visión de Ikeda.