Viaje a los Estados Unidos
Rumbo a Norteamérica y Sudamérica, octubre de 1960 (Haneda, Japón)
Una de las primeras iniciativas de Daisaku Ikeda, luego de asumir la presidencia, fue preparar un viaje a los Estados Unidos, con el fin de alentar a un pequeño grupo de miembros que vivían allí, la mayoría, novias de guerra que habían emigrado con sus esposos norteamericanos.
El proyecto de Ikeda se topó con la incredulidad de los líderes de la Soka Gakkai. La organización de Japón era prácticamente nueva, ya que había crecido de unos cuantos miles de miembros hasta casi un millón, en el espacio de unos pocos años, y sería necesario un esfuerzo inimaginable para asegurar su estructura organizativa. La propagación global del budismo Nichiren era una perspectiva que ni siquiera los líderes más antiguos de la Soka Gakkai se habían planteado como posible.
Sin embargo, en octubre de 1960, cinco meses después de asumir la presidencia, Ikeda partió hacia los Estados Unidos y además visitó Canadá y Brasil en esa misma travesía.
Los mismos líderes de la Soka Gakkai que no coincidían entonces con la visión del joven Ikeda, hoy en día, se asombran de su propia incredulidad. La Soka Gakkai comprende actualmente unos doce millones de miembros en casi todos los países del orbe, lo que tal vez la convierte en la más grande y diversa organización budista laica internacional. En cierto sentido, la imagen de Ikeda abordando el avión antes de su partida hacia los Estados Unidos ha llegado a simbolizar, en definitiva, podría ser su virtud más extraordinaria y perdurable: el alcance y la grandeza de su visión, y su absoluta intrepidez para hacerla realidad.
La primera escala fue Hawai donde vivían poco más de doce miembros de la Soka Gakkai. Dos días después, Ikeda y los cuatro líderes japoneses que lo acompañaban en su gira partieron hacia San Francisco y de allí hasta Seattle.
Ikeda (en el centro) y miembros de la Soka Gakkai en la Torre Coit, San Francisco, California, octubre de 1960
El número de miembros de la Soka Gakkai en los Estados Unidos era todavía muy reducido, pero la capacidad de Ikeda para inspirar a las personas con las que se encontraba se convirtió en el ímpetu poderoso que propició la expansión del movimiento budista en esa tierra. Ikeda estableció una estructura organizativa para alentar y facilitar interacciones más frecuentes entre los miembros, y nombró a diferentes personas en posiciones de responsabilidad.
Muchas de las mujeres japonesas que Ikeda conoció se sentían profundamente desdichadas en su país de adopción y añoraban la vida que habían dejado atrás en el Japón. Ikeda las alentó a que obtuvieran la ciudadanía estadounidense, aprendieran a manejar y mejoraran su inglés. Eso les proporcionó un conjunto de desafíos claros y concretos que les permitió transformar gradualmente su experiencia.
En Nueva York, Ikeda y sus acompañantes visitaron la sede de las Naciones Unidas y asistieron a una sesión de la Asamblea General. Allí, reflexionó Ikeda tiempo después, él comenzó a percibir la función que desempeñaba ese organismo y el potencial que poseía para establecer la paz global. El tema se convertiría más tarde en un permanente motivo de atención para Ikeda –una cuestión que él continuó explorando a través de propuestas, diálogos, colaboraciones y diversas actividades entre la SGI y la ONU.
Además recordó la impresión que le produjo la energía vibrante de los delegados de varios estados africanos recientemente independizados. En aquel momento, él destacó y lo haría nuevamente después, su convicción de que África sería «el continente del siglo xxi». Aquel fue también el comienzo de una relación duradera con esa región del mundo, expresada de forma clara en sus numerosos escritos, sus esfuerzos por promover los intercambios culturales y educativos, y sus reuniones y diálogos con líderes africanos.