Dimisión
A fines de la década de los 70, Daisaku Ikeda debió enfrentar una serie de circunstancias que amenazaron con ponerles fin a sus actividades como líder budista. En ese entonces, cuando la Soka Gakkai ya se había consolidado y había expandido su influencia dentro del Japón, algunos de sus propios líderes, carentes de todo escrúpulo, comenzaron a emplear intrigas para desplazarlo de su cargo, a fin de tomar el control de los recursos de la organización.
Ikeda con los miembros de la Soka Gakkai en Tokio (marzo de 1979)
Dada la inmensa adhesión que despertaba Ikeda entre los miembros de la Soka Gakkai –que, por su parte, generaba cada vez más rencor y envidia entre sus enemigos–, la única manera de quitarlo del paso era asimilarlo a la autoridad tradicional del clero de la Nichiren Shoshu.
Desde sus comienzos como movimiento budista laico en 1930, la Soka Gakkai había sido el respaldo principal y la benefactora de la Nichiren Shoshu, una agrupación sacerdotal que representaba a una de las numerosas escuelas del budismo Nichiren. Muy poco tiempo después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, el crecimiento de la Soka Gakkai había transformado de tal manera a la Nichiren Shoshu de una oscura asociación de características medievales a una de las entidades religiosas más grandes del Japón. Pero, dentro de la cultura tradicionalista japonesa, el desarrollo de un movimiento budista laico tan grande e influyente era algo inusual y pronto fue motivo de sobresalto para el clero de la Nichiren Shoshu, anquilosado en concepciones y tradiciones feudales.
Los adversarios de Ikeda comenzaron entonces a avivar las tensiones entre las dos entidades y a acicatear el sentimiento de alarma entre los integrantes del clero ante la creciente influencia del movimiento laico y de su líder. Un punto crucial del conflicto, que esas personas se dedicaron a explotar, fue la insistencia de Ikeda en proclamar la igualdad esencial entre los sacerdotes y los creyentes laicos. La desconfianza y el trato desconsiderado comenzaron a cobrar fuerza entre la clerecía hasta que finalmente exigió la renuncia del titular del movimiento budista laico.
La cuestión de la autoridad sacerdotal
Las enseñanzas de Nichiren establecen, desde el punto de partida, la igualdad fundamental de todas las personas. Sin embargo, en el ámbito cultural y religioso de Japón, que otorga gran importancia a la posición social y a las reglas adecuadas de deferencia, era natural para los creyentes asumir una postura de sumisión a los sacerdotes. Cuando estos pasan a considerarse como intermediarios entre los creyentes laicos y la iluminación, esa actitud, en definitiva, vulnera la esencia de la filosofía de Nichiren.
A medida que el número de miembros de la Soka Gakkai iba en aumento durante la década de los 70, Ikeda comenzó a referirse a esa concepción en sus discursos y disertaciones, y a sostener que, desde la perspectiva de los escritos del Daishonin, no se debía considerar a los creyentes laicos inferiores a los sacerdotes.
Ikeda no se oponía a la existencia del clero ni estaba tratando de desautorizar a los sacerdotes. Simplemente actuaba para responder al creciente número de quejas y de informes sobre religiosos que actuaban de manera autoritaria, incluso abusiva con los creyentes laicos. Los miembros aducían que aquellos les exigían cada vez más ofrendas pero que, al mismo tiempo, los trataban con menosprecio. Ikeda hizo todo lo posible para dialogar con los sacerdotes sobre esas quejas.
Diversos integrantes del clero se sintieron amenazados por las declaraciones que Ikeda efectuaba en público sobre la igualdad entre sacerdotes y laicos, y comenzaron a preocuparse por perder la considerable influencia que ejercían sobre los miembros de la Soka Gakkai. Los individuos pertenecientes a Gakkai que estaban tratando de desacreditar a Ikeda comenzaron a explotar el sentimiento de alarma que cundía entre los clérigos. Y, simulando ser intermediarios entre el clero y Gakkai, proporcionaban a los sacerdotes las noticias más alarmantes sobre las supuestas intenciones de la organización laica. Las tensiones fueron creciendo en un clima de acusaciones cruzadas, lo que llevó a que los miembros de la Soka Gakkai se convirtieran en el blanco de la cólera y las sospechas del clero.
Ante la gravedad de la situación, varios de los máximos líderes de la Soka Gakkai comenzaron a considerar que tal vez la renuncia de Ikeda como presidente era el único camino para superar la crisis y proteger a los miembros. Cuando Ikeda hizo pública su decisión de dimitir, las condiciones que puso el clero para la conciliación fueron extremadamente duras. Le prohibieron dirigirse a los miembros de la Soka Gakkai en las reuniones, y se dictaminó que ni sus escritos ni su imagen podrían aparecer en las publicaciones de la organización. Después de casi dos décadas de intensa y continua interacción con los miembros, Ikeda era forzado a dar un paso al costado.
La irracionalidad de esas condiciones no fue otra cosa que una muestra de la verdadera naturaleza del clero. Los intentos de dejar a un lado a Ikeda, sin embargo, salieron a la luz posteriormente, cuando un individuo clave en la intriga, que había orquestado todo en connivencia con los sacerdotes, posteriormente fue arrestado y sentenciado por extorsión.
En búsqueda de nuevas formas de comunicación
Al no permitírsele ninguna aparición oficial en público, Ikeda encontró nuevos modos de alentar a los miembros de la Soka Gakkai (Kanagawa, Japón, noviembre de 1979)
La respuesta de Ikeda a todas esas restricciones, una vez que renunció como presidente el 24 de abril de 1979, fue una prueba de su compromiso con los miembros de la Soka Gakkai. Ante la prohibición de publicar su guía en la fe, escribía breves poemas y obras caligráficas para entregar individualmente a los miembros. De igual modo, dado que no podía hablar en público, viajaba por todo el país y visitaba a los miembros en sus hogares para brindarles personalmente aliento en la fe.
Ikeda seguía siendo el presidente de la SGI, que en ese entonces era aún minúscula en comparación con la Soka Gakkai dentro del Japón. Ante las restricciones que se le impusieron en su país, concentró sus energías en la esfera internacional. Al respecto, escribió:
Tomé una decisión. Viajaría por el mundo para alentar a los miembros del Japón desde el exterior. Aunque había renunciado como presidente de la Soka Gakkai, no permití que nadie me impidiera actuar enérgicamente como presidente de la SGI. El budismo de Nichiren Daishonin es un budismo de lucha por la paz […] ¿Quién tenía derecho a impedirme actuar por la paz del mundo? De todos modos, quienes trataron de perjudicarme a causa de sus celos mezquinos e intereses personales nunca se interesaron en lo más mínimo por esas actividades. En otoño de 1980, comenzando por los Estados Unidos, me embarqué en lo que habría de convertirse en un año de travesías por todo el globo. 1