Diplomacia ciudadana
“Precisamente, porque soy un ciudadano común, puedo actuar sin las restricciones que el lucro, la posición o la política imponen. Mi única postura es la de un ser humano común y corriente, y es en esa condición que alenté la esperanza de estimular y consolidar, aunque fuese mínimamente, la decisión de lograr la paz y de convertirla en un compromiso global.” 1--Daisaku Ikeda
En 1974, Daisaku Ikeda viajó a la Unión Soviética y se reunió con el primer ministro Aleksey Kosygin y otros funcionarios soviéticos. Ikeda emprendió su viaje en medio de un vendaval de críticas de los medios de comunicación y las figuras políticas de Japón. Se cuestionaba sobre todo con qué propósito el líder de una organización budista visitaría un país cuya ideología rechazaba básicamente la religión y desalentaba la fe en cualquier credo. Eso sucedía en plena Guerra Fría, y una hostilidad visceral hacia la Unión Soviética impregnaba toda la sociedad japonesa. Las tensiones entre ese país y la China también habían alcanzado un punto crítico, con la amenaza de una confrontación militar que se suponía cercana. La respuesta que dio Ikeda a las críticas fue a la vez sencilla y reflexiva, y reveló su visión fundamental de la diplomacia: “Voy a la Unión Soviética, porque allí hay personas”.
Por el logro de la paz
Con el primer ministro soviético Aleksey Kosygin en el Kremlin (Moscú, 1974)
La intención de la visita de Ikeda de forjar lazos de amistad fue criticada como algo ingenuo. Posteriormente, él se refirió, sin embargo, a la urgencia personal de actuar, de cualquier manera que fuese posible, para aliviar las tensiones y mejorar la situación. “Yo estaba profundamente preocupado por la manera en que la situación afectaría a las personas comunes de todo el mundo (…) Nada podría ser más lamentable, pensaba, que las generaciones futuras se vieran obligadas a vivir en un estado de mutuo recelo y de temor constante ante la posibilidad de una tercera guerra mundial”. 2
Justo cuatro meses antes de su viaje a la Unión Soviética, Ikeda había realizado su primera visita a la China. Él recuerda la imagen de niños que ayudaban a construir refugios antiaéreos en sus escuelas, ante un eventual ataque sobre su nación. “La oscura sombra de una amenaza de guerra había llegado incluso hasta los niños. Era algo muy penoso de ver”, 3 escribió.
Ikeda quedó conmovido ante el ansia de paz que pudo percibir entre los ciudadanos comunes de la Unión Soviética, un país que había visto sus ciudades arrasadas y había perdido millones de sus habitantes, víctimas de la Segunda Guerra Mundial. Para Ikeda, esa fue la confirmación de un sentimiento universal –el deseo de paz y de felicidad— que trascendía las diferencias nacionales e ideológicas. Durante su estadía en la Unión Soviética, hizo todo lo posible para ser franco y abierto, y se esforzó por construir relaciones genuinas con todas las personas que conoció.
Con estudiantes de la Universidad Estatal de Moscú (1974)
Leon Strizhak, de la Universidad Estatal de Moscú, quien ofició de intérprete en los encuentros entre Ikeda y el primer ministro Aleksey Kosygin en 1974, recuerda: “El tema puntual del encuentro entre Ikeda y Kosygin fue muy diferente de los que normalmente discutían las delegaciones japonesas que visitaban Moscú. Ellos hablaron de la guerra y de la paz; de los conflictos armados y de sus víctimas, y de cómo prevenir la guerra”. 4
Al parecer, Kosygin al comienzo tuvo dudas de reunirse con un líder budista. Pero Ikeda comenzó el encuentro hablando de la honda conmoción que le había despertado su reciente visita a Leningrado. La ciudad, hoy San Petersburgo, había sufrido una inmensa pérdida de vidas en el brutal sitio que había sufrido durante la Segunda Guerra Mundial. Strizhak rememora: “Al escucharlo, la expresión de Kosygin se distendió; y luego, él replicó: ‘Yo también estuve en Leningrado en esa época’. Eso rompió el hielo, y, a partir de entonces, ambos parecieron abrir mutuamente el corazón”. 5
Durante el diálogo, Ikeda le preguntó a Kosygin si la Unión Soviética tenía intenciones de atacar la China. El político ruso le aseguró que no y aceptó que Ikeda transmitiera ese mensaje a los dirigentes chinos.
Humanidad universal
La actitud franca de Ikeda se granjeó la confianza de las figuras políticas, académicas y culturales que conoció en la Unión Soviética. Y de la misma manera, él ha continuado cultivando amistades y construyendo lazos con individuos de todo el globo; muchos de esos vínculos se mantienen desde hace décadas.
Con el ex presidente soviético Mijaíl Gorbachov
La profundidad que han adquirido esas relaciones se percibe a las claras en los sentidos tributos personales que esos líderes han rendido a Ikeda. Al fallecer Kosygin, por ejemplo, la hija de este obsequió a Ikeda diversos efectos personales del político soviético y se refirió al tono afectuoso con que su padre hablaba en el hogar de su encuentro con él. Los reconocimientos conferidos a Ikeda son otra prueba de la confianza y el respeto que este ha establecido ampliamente. La Universidad Estatal de Moscú, fue, en 1975, la primera institución académica superior que otorgó a Ikeda un doctorado honorario. Hoy, el número de estas distinciones académicas suman más de 400.