Más cerca de un mundo libre de armas nucleares
[Entrevista realizada a Daisaku Ikeda por la agencia noticiosa IPS. Publicada en el portal electrónico de la misma, el 29 de septiembre de 2009.]
Entrevista de Ramesh Jaura a DAISAKU IKEDA, presidente de la Soka Gakkai Internacional
BERLÍN, 29 de setiembre [de 2009] (IPS) – “Un mundo libre de armas nucleares ya no es una utopía, sino una posibilidad concreta”, afirma Daisaku Ikeda, presidente de la asociación budista Soka Gakkai Internacional (SGI).
“En los últimos años hemos visto ejemplos importantes e innovadores de ideales humanitarios, que han ido superando gradualmente la lógica militar y los estrechos intereses nacionales, y han abierto la posibilidad de establecer nuevos acuerdos sobre el desarme”, sostiene Ikeda. “En lugar de preguntarnos si la abolición nuclear es posible, debemos plantearnos qué podemos hacer para lograr esa meta en nuestra época”.
A inicios de setiembre, Ikeda formuló un plan de cinco puntos con miras a la abolición nuclear.
“Mediante mi propuesta, deseo exhortar no solo a los líderes de los estados nucleares, sino a los de aquellos países que dependen de las armas nucleares de otras naciones para garantizar su propia seguridad, a que consideren el peligro actual y futuro que representan los armamentos atómicos”, sostuvo el Presidente de la SGI en una entrevista conjunta con Inter Press Service (IPS) e IDN-InDepthNews.
A continuación, se transcriben extractos de la entrevista realizada el 24 de setiembre, vía correo electrónico, después de la sesión sobre no proliferación y desarme del Consejo de Seguridad de la ONU, dirigida por el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama.
IPS: En abril de este año, en Praga, el presidente Obama puso de manifiesto su visión de un mundo libre de armas nucleares. Sin embargo, en su discurso en aquella ocasión, el primer mandatario de los Estados Unidos expresó sus dudas de que se pudiera alcanzar un mundo así en el curso “de nuestra existencia”, ¿Comparte usted esa visión? En su propuesta, usted pide “a la población mundial que exprese claramente su voluntad de prohibir dichos armamentos para establecer, hacia 2015, las normas internacionales que servirán de base para una Convención sobre Armas Nucleares (CAN)”.
DAISAKU IKEDA:Estamos enfrentando hoy una coyuntura crítica, que va a determinar si la humanidad podrá o no realizar un progreso genuino hacia un mundo libre de armas nucleares. En lugar de preguntarnos si la abolición nuclear es posible, debemos plantearnos qué podemos hacer para lograr esa meta en nuestra época.
Mediante mi propuesta, deseo exhortar no solo a los líderes de los estados nucleares, sino a los de aquellos países que dependen de las armas nucleares de otras naciones para garantizar su propia seguridad, a que consideren el peligro presente y futuro que representan los armamentos atómicos. Al mismo tiempo, pongo especial énfasis en que todos comprendamos que el verdadero “enemigo” no son las armas nucleares ni los estados que las poseen o podrían desarrollarlas. El auténtico enemigo es la manera de pensar que justifica la existencia de esas armas. Es nuestra disposición a eliminar a los demás cuando los vemos como un impedimento para el logro de nuestros deseos y ambiciones. Tal fue el mensaje implícito en la declaración por la abolición de las armas nucleares, efectuada hace cincuenta y dos años por mi predecesor y mentor, el segundo presidente de la Soka Gakkai, Josei Toda.
Como usted señala, el presidente Obama ha expresado su determinación de trabajar por un mundo sin armas nucleares. Pero se ha preguntado si lograríamos dicho objetivo en nuestro tiempo. Si los líderes de los estados nucleares y de todos los países realizan acciones concretas a partir de un sentido de responsabilidad compartido, y, lo que es aun más importante, si los pueblos del mundo, unidos solidariamente, ejercen una presión constante a favor de la abolición, lo que en apariencia resulta imposible se puede tornar posible.
El período de cinco años que abarca desde ahora hasta 2015, y, en especial, el lapso de ocho meses que faltan hasta el año que viene para la Conferencia de Examen del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), serán decisivos. Para establecer un sólido avance hacia un mundo sin armas nucleares, debemos lograr que todos los pueblos se comprometan con ese objetivo hasta convertirlo en una meta global.
IPS: El documento publicado el 8 de setiembre [de 2009], “Por la solidaridad mundial en aras de la abolición nuclear”, señala que el camino hacia el acogimiento de una Convención sobre Armas Nucleares (CAN) sea probablemente difícil, debido, entre otras cosas, a los arraigados intereses de seguridad militar. ¿Considera usted que verdaderamente exista una posibilidad de que los ideales “humanitarios” logren superar las ideologías centradas en la fuerza militar y en el afán de lucro?
DI: En los últimos años hemos visto ejemplos importantes e innovadores de ideales humanitarios, que han ido superando gradualmente la lógica militar y los estrechos intereses nacionales, y han abierto la posibilidad de establecer nuevos acuerdos sobre el desarme. Me refiero, desde luego, a los tratados de prohibición de minas terrestres y de municiones de racimo. Estos se lograron a través de campañas internacionales basadas en esfuerzos conjuntos de organizaciones no gubernamentales (ONG), que trabajaron junto a gobiernos seriamente comprometidos con el desarme.
Hago un llamado al establecimiento de una norma internacional clara que condene las armas nucleares. Eso conformará la base de una Convención sobre Armas Nucleares que prohíba dicha clase de armamento, el más inhumano de todos. Sin lugar a dudas, la tarea que hay que realizar para el establecimiento de una CAN dista de ser fácil. Sin embargo, se pueden percibir señales de una nueva conciencia entre los líderes políticos del mundo, y eso es motivo de esperanza.
En primer lugar, se dejan oír ahora muchas más voces que exigen la abolición nuclear, a partir de una concepción más realista del peligro que estas armas representan. Entre esas voces, figuran las de ex funcionarios de alto rango, pertenecientes a estados nucleares. Creo que la confluencia de ese enfoque “realista” y de puntos de vista humanitarios más tradicionales en lo concerniente a la paz y al desarme se convierte en una importante oportunidad de avanzar hacia un mundo libre de armas nucleares.
En segundo lugar, es un hecho que, en los sesenta y cuatro años transcurridos desde los bombardeos sobre Hiroshima y Nagasaki, no se han utilizado armas nucleares. Ello es un indicador de la comprensión cada vez más firme de que tales armamentos son esencialmente inservibles para propósitos militares, aunque intentáramos ver la amenaza que se esconde tras la disuasión como una forma de “uso”.
Considero que esa nueva comprensión es compartida en mayor o en menor grado por los líderes políticos de los estados nucleares. Para prohibir las armas atómicas, tendremos que elevar la cuestión, en el concierto internacional, a un nivel mucho más visible que el que tuvieron los movimientos para proscribir las minas terrestres y las municiones de racimo. La sociedad civil tiene que unirse para generar un poderoso oleaje popular por la abolición nuclear.
IPS: El documento hace un llamado a los cinco estados declarados nucleares para que anuncien su compromiso de adoptar “una visión compartida de un mundo sin armas nucleares”. ¿De qué manera esperaría usted que esa visión se manifestara? ¿Y qué resultado concreto, a su criterio, sería deseable lograr de la Conferencia de Examen del TNP de mayo próximo?
DI: La visión engendra la acción. Es por ello que marca un hito que los Estados Unidos hayan ofrecido una visión de la erradicación nuclear. Lo que importa ahora es que todos los estados nucleares debatan en profundidad la importancia de esa visión y encuentren una manera de compartirla. Una visión compartida provee un cimiento en común para las próximas gestiones concretas hacia el logro del objetivo.
En ese aspecto, se pueden percibir signos de progreso. Hace unos días, el 24 de setiembre, la reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que se llevó a cabo para tratar la no proliferación y el desarme adoptó una resolución en la que manifestó su determinación de lograr un mundo sin armas atómicas. Dado que los cinco estados nucleares participaron como miembros permanentes del Consejo de Seguridad, y que las resoluciones de ese cuerpo son legalmente vinculantes, el hecho en sí reviste extrema importancia.
Si dicha resolución puede servir de incentivo para que los estados nucleares comiencen a realizar acciones concretas y concertadas, esos mismos estados serán los que encabecen la marcha hacia un mundo libre de armas nucleares. Poner en práctica un liderazgo así es la solemne obligación de todos ellos, según lo estipulado en el TNP. Al mismo tiempo, ese es claramente el único camino para alentar a los demás países que actualmente no forman parte de régimen del TNP para que accionen a favor de la reducción y eliminación armamentística. La solidaridad que surja a partir de tales acciones responsables dará también impulso a los esfuerzos para derrotar el flagelo de la pobreza y solucionar el problema del cambio climático.
Tal vez la razón más importante para que los estados nucleares jueguen ese papel es la posibilidad real, surgida en años recientes, de que agentes del terrorismo empleen armas nucleares. No hace falta decir que la disuasión no es posible –en realidad, sería absurda— contra esa clase de amenaza. La defensa más efectiva y, en rigor, la única posible contra la posibilidad del terrorismo nuclear es la abolición estrictamente verificada de los arsenales atómicos. Solo así se conjurará el peligro de robo de armas nucleares o de filtración de tecnología nuclear.
En mi propuesta, exhorto a los cinco estados nucleares a contraer los siguientes tres compromisos durante la Conferencia de Examen del TNP del año que viene: 1) una moratoria de cualquier nuevo desarrollo o modernización de armas nucleares; 2) absoluta transparencia respecto de la capacidad nuclear que poseen, y 3) deliberaciones sobre el número mínimo de armas nucleares que pueden ser completamente abolidas. Desde luego, no necesariamente debe esperarse hasta el año próximo para asumir dicho compromiso.
El aplazamiento del desarrollo o de la modernización de las armas nucleares en particular representaría un avance crucial hacia la abolición. Desde la perspectiva de los ciudadanos del mundo, no existe justificación posible para mantener la capacidad de destruir el planeta docenas de veces, y mucho menos, para seguir perfeccionando esa capacidad a través del desarrollo tecnológico. Concordar en ese punto tendría un impacto positivo indudable en las conversaciones alrededor del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (CTBT, por sus siglas en inglés) y del Tratado de Cesación de la Producción de Material Fisionable (FMCT, por sus siglas en inglés).
IPS: El documento también propone que la ONU establezca un panel de expertos en abolición nuclear, y que se fortalezca la colaboración con la sociedad civil en lo concerniente al proceso de desarme. ¿Cómo evaluaría usted la relación actual que la ONU mantiene con la sociedad civil en el área del desarme? ¿Qué papel considera usted que cumplen la SGI en especial y la sociedad civil en general en el logro de un mundo libre de armas nucleares?
DI: El mundo ha cambiado enormemente desde que se establecieron las Naciones Unidas en 1945. En los últimos años, se ha empezado a reconocer que es imprescindible escuchar las voces de los ciudadanos comunes. El desarme implica cuestiones de interés primordial para los estados. Si se emplean a fondo el conocimiento especializado y la capacidad de comunicación de la sociedad civil en esa área, se lograría un progreso notable en la causa del desarme. Que la conferencia anual de ONG afiliadas al Departamento de Información Pública de la ONU, convocada a comienzos de este mes en la Ciudad de México, haya elegido por primera vez el desarme como tema es, a mi entender, una prueba de esa nueva postura.
No debemos olvidar la importancia cada vez mayor que se da, desde hace ya un tiempo, al concepto de “seguridad humana”. Como la sociedad civil lo viene señalando claramente, existe una brecha decisiva en la manera tradicional de concebir la seguridad nacional, por ejemplo, en lo que se refiere a una adecuada evaluación del impacto que las decisiones políticas producen en la vida de la gente. Al parecer, los gobiernos están comenzando a contemplar a los miembros de la sociedad civil como socios en el desarrollo y en la implementación de nuevas modalidades de seguridad. Otro tanto se puede afirmar de las Naciones Unidas.
En mi propuesta, insistí en la importancia de establecer una norma internacional clara respecto de la abolición nuclear y de convocar el poder de la ciudadanía con ese fin. Creo que a la sociedad civil le corresponde un papel especial en la resolución de cuestiones que implican una compleja interacción de intereses nacionales y que no se pueden solucionar únicamente a través de las iniciativas estatales o gubernamentales. Es crucial que la sociedad civil aporte oportunidades para que las personas comprendan y perciban su capacidad de convertirse en agentes del cambio. Quienes comparten la misma aspiración de un mundo libre de armas nucleares necesitan agruparse y coordinar sus esfuerzos basados en un profundo sentido de solidaridad.
Con una tradición de activismo antinuclear de más de cinco décadas, la SGI seguirá trabajando para promover esa clase de fortalecimiento dentro y a través de la sociedad civil. Vamos a colaborar con otras ONG para facilitar el desarrollo de una amplia red de personas en pos de la abolición nuclear.
[Esta entrevista conjunta con IDN-InDepthNews es parte de un proyecto de IPS y la SGI para promover la abolición nuclear. La presente versión en español, que ha sido traducida por la SGI con autorización de IPS, consiste en la traslación completa de la entrevista publicada por IPS.] (END/2009)