Década de 1980: Diálogo por la paz
Luego de su renuncia forzosa como presidente de la Soka Gakkai, Daisaku Ikeda emprendió una serie de viajes al exterior. Además del objetivo de alentar a los miembros de la SGI, esos viajes tenían el propósito de ampliar las relaciones sociales y culturales, y de promover el diálogo. A respecto, escribió:
Con la invasión soviética a Afganistán, en 1979, el consecuente boicot a las Olimpíadas de Moscú en 1980 y la administración Reagan en los Estados Unidos, que endurecía su postura frente a la Unión Soviética, las tensiones de la Guerra Fría estaban en un punto crítico. Esa fue precisamente la razón por la que viajé tanto a la Unión Soviética como a los Estados Unidos en aquel momento, ya que tenía la convicción de que un solo diálogo, por mínimo que fuese su resultado, conduciría a otro y a otro con un efecto acumulativo, como el de una onda expansiva. En tiempos de crisis, quedarse de brazos cruzados, lamentándose, es señal de derrota espiritual.1
Ikeda con miembros de la SGI de Italia, en Milán (octubre de 1981)
Un panorama general de la labor emprendida por Ikeda durante los años 80 nos muestra un despliegue de diversas actividades destinadas a profundizar el vínculo, a través del diálogo, con personas de los ámbitos culturales y académicos de todo el mundo. En especial, realizó grandes esfuerzos para establecer relaciones con países asiáticos, muchos de los cuales abrigaban todavía un profundo resentimiento hacia la nación nipona por las atrocidades que habían sufrido a manos del militarismo japonés durante la guerra, algo que, según el sentimiento de muchas personas, aún hoy el Japón no está dispuesto a reconocer. La década de los 80 fue la época de la «burbuja económica» dentro de ese país. Su dramático crecimiento económico sirvió para aumentar el sentimiento de superioridad del Japón ante otras naciones asiáticas, lo cual solo logró profundizar la animosidad de esos países. Los diálogos y escritos de Ikeda dejaron claramente al descubierto la verdad de la agresión bélica del Japón durante la guerra y de las atrocidades cometidas por los militares japoneses; y tenían el propósito de crear una red de solidaridad en oposición a la guerra y de establecer una paz duradera en la región. Entre las personalidades asiáticas con quienes se encontró figuran nada menos que veinte jefes de estado.
Ikeda también promovió intercambios culturales entre Japón y sus vecinos asiáticos. La Asociación de Conciertos Min-On, fundada por él en 1963, organizó la presentación en el país de grupos culturales del resto de Asia y dio a conocer la rica cultura de esas regiones al público japonés. El Museo de Bellas Artes Fuji de Tokio, establecido en 1983, tiene un propósito similar de crear lazos de paz a través del intercambio cultural mediante la presentación de diversas muestras en el Japón y en el exterior.
Propuestas de paz
Sir Joseph Rotblat, laureado con el premio Nobel de la Paz, junto a Ikeda (Osaka, octubre 1989)
En 1983, Ikeda comenzó a escribir propuestas de paz que publicó anualmente cada 26 de enero, Día de la Fundación de la SGI. Las cuarenta propuestas, sumada a las declaraciones sobre distintos temas, presentan una visión de los retos que el género humano tiene por delante y sugieren soluciones y respuestas basadas en la filosofía budista sostenida por Ikeda. Sus textos incluyen gestiones específicas para fortalecer las Naciones Unidas, entre ellas, la de reforzar la capacidad de participación de la sociedad civil, que Ikeda consideraba esencial para el establecimiento de la paz en el mundo. Él rememoró los orígenes del apoyo del movimiento budista al organismo internacional:
El señor Toda, que proponía la ciudadanía global y sentía agudamente la necesidad de que las organizaciones trascendieran el marco de los estados nacionales, abrigaba grandes expectativas respecto de las Naciones Unidas. «Las Naciones Unidas son la cristalización de la sabiduría del siglo xx», solía afirmar enfáticamente. «Ese bastión de esperanza debe protegerse y cultivarse resueltamente con miras al próximo siglo». El señor Toda había observado muy atentamente al Japón cuando este se había retirado de la Liga de las Naciones (en 1933) y se había encaminado hacia la guerra […]Como budista y siguiendo las instrucciones de mi mentor, he llevado a cabo acciones constantes para promover a las Naciones Unidas como organismo central de gobierno para el mundo.2
El apoyo brindado por Ikeda a la ONU fue amplio y constante. En la actualidad, gran parte de ese respaldo se brinda a partir de actividades de la Soka Gakkai y de la Soka Gakkai Internacional, ambas registradas como ONG ante las Naciones Unidas. Esas actividades incluyen una colaboración internacional a gran escala mediante exhibiciones sobre temas como la construcción de una cultura de paz, la abolición nuclear, el desarrollo sostenible, los derechos humanos; asimismo, se efectúan campañas de petición de firmas y de recaudación de fondos.
Ikeda mantuvo diálogos con tres secretarios generales de la ONU y, en 2006, presentó una propuesta para la reforma del organismo internacional.