Conocimiento y sabiduría
“El conocimiento por sí solo no genera valor. El valor (…) sólo es creado cuando la sabiduría encauza y orienta los conocimientos. El origen de la sabiduría se encuentra en los siguientes elementos: un propósito claro que oriente cada uno de los actos; un poderoso sentido de la responsabilidad y, finalmente, un deseo compasivo y solidario de contribuir al bienestar de la humanidad.” (1) -- Daisaku Ikeda
Zona de impacto de la primera prueba de un arma nuclear
Daisaku Ikeda destaca la diferencia entre el conocimiento y la sabiduría. Él escribe: “Mi mentor, Josei Toda, solía decir que el error más grave que había cometido la humanidad en la era moderna había sido confundir el conocimiento con la sabiduría. El conocimiento en sí puede ser utilizado para fines benéficos como maléficos. (...) La sabiduría, por el contrario, conduce infaliblemente a la felicidad. Por ello, la misión de la educación debe ser estimular y liberar la sabiduría inherente a los niños y a los jóvenes; es decir, debe concentrarse en hacer surgir el potencial que tienen todas las personas y no, en forzarlas a adaptarse a un modelo establecido.” (2)
Ikeda, quien fundó la Universidad Soka en 1971, presencia una de sus clases (Hachioji, Tokio, enero de 2004)
Ikeda destaca: “[E]l símbolo más concreto del sufrimiento que ha generado el desequilibrio entre conocimiento y sabiduría probablemente sean las armas nucleares, el fruto más complejo de nuestra tecnología. (…) Hemos visto el advenimiento de una sociedad basada en la información y el conocimiento; ahora, es esencial e indispensable desarrollar sabiduría para dominar los vastos recursos que esos dos logros han puesto a nuestro alcance”. (3)
A la vez, Ikeda afirma: “En cualquier caso, estamos expuestos a caer en las trampas de buscar el conocimiento como un fin en sí mismo, a menos que continuamente nos preguntemos ¿cuál es el propósito de este conocimiento? Para dar un ejemplo, la misión de un maestro no es meramente impartir enseñanza. El propósito del docente es cultivar la personalidad y la sabiduría en sus alumnos y ayudarlos a adquirir capacidades y aptitudes necesarias para su felicidad. Este es el propósito de los conocimientos que, en tanto educador, posee un maestro. Pero si ese maestro no posee, al mismo tiempo, la sabiduría necesaria para lograr dichos fines, no podrá llamarse ʻeducadorʼ en el verdadero sentido de la palabra.” (4)