Por la competencia humanitaria: una nueva corriente en la historia (2009)
Propuesta de paz 2009 (versión abreviada)
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El impacto de la crisis financiera, que comenzó con el resquebrajamiento del mercado de hipotecas subprime de los Estados Unidos y llevó al quiebre del banco de inversiones Lehman Brothers de aquel país, se ha propagado ahora hasta abarcar el mundo entero.
La crisis actual provoca inevitablemente recuerdos de la pesadilla de 1930, cuando una severa depresión económica creó las condiciones para la conflagración global que fue la Segunda Guerra Mundial. La situación permanece incierta e impredecible, y son cada vez más las señales de que la crisis financiera está socavando la economía real y está generando recesión global y desempleo.
Se puede rastrear la causa principal de la crisis en el predominio descontrolado de los movimientos especulativos de los activos financieros, cuya escala, según los cálculos, es cuatro veces mayor que el valor acumulativo de los bienes y servicios reales. El origen de la crisis yace en el hecho de que los mercados financieros, cuya verdadera función debería ser respaldar y facilitar otras actividades económicas, se han lanzado al centro de la escena, con especuladores de mercado convertidos en "estrellas", que persiguen exclusivamente la acumulación de ganancias y beneficios, muy a menudo sin detenerse a considerar el impacto que provocan sobre los demás.
Como he señalado en muchas ocasiones a través de estas propuestas, la raíz más profunda de la crisis se encuentra en el apego al dinero por el dinero mismo, a las divisas; la codicia ampliamente extendida por todo el mundo es lo que constituye la patología más notable de nuestra civilización contemporánea. El dinero que controla y domina las economías de mercado, por supuesto, carece virtualmente de valor, solo tiene valor de cambio. Y el valor de cambio reside únicamente en el entendimiento y el acuerdo entre personas; por ende es, en esencia, abstracto y a la vez, anónimo. No está dirigido a cosas tan concretas (y por lo tanto, finitas) como los productos y servicios reales; por lo tanto, como objeto de deseo humano, no tiene límites reales o inherentes.
Muy poco después de la Segunda Guerra Mundial, Gabriel Marcel, filósofo existencialista francés, identificó agudamente el "espíritu de abstracción" como el factor clave causante de las hostilidades. Si bien la capacidad de desarrollar y de manipular conceptos abstractos es indispensable para la actividad intelectual, para Marcel, el espíritu de abstracción es destructivo, pues implica un proceso dentro del cual las abstracciones están distanciadas de las realidades concretas y adquieren vida propia.
Por ejemplo, no es posible tomar parte de una guerra si antes no se niega el carácter y la humanidad individual del oponente, y se lo reduce a un concepto abstracto, como "fascista", "comunista", "sionista", "islámico", "fundamentalista", etcétera. Sin antes rebajarlo hasta ese punto, sería imposible involucrarse en una guerra o encontrarle un sentido o justificación al hecho de participar en una acción bélica.
Cuando observamos la actual crisis financiera, debemos preguntarnos si, como sociedad, no nos hemos dejado atrapar por ese espíritu de abstracción. ¿No somos acaso víctimas de la seducción del mundo anónimo y abstracto del dinero que, con las artes de una Medusa, nos hace olvidar nuestra capacidad humana de comprender, más allá de las apariencias, que el dinero, por más necesario que sea para el funcionamiento de la sociedad, no es otra cosa que un acuerdo, una especie de realidad virtual?
Si, por ejemplo, una empresa pierde de vista su deber de contribuir con la sociedad y solo se dedica a los intereses privados de sus accionistas –con su avidez por obtener ganancias a corto plazo—, solo relegará a un segundo y hasta a un tercer plano la importancia de sus conexiones concretas con el mundo real de las personas reales, sean estas gerentes, empleados, clientes o consumidores.
Debemos encontrar modos de poner freno a los aspectos descontrolados del capital financiero. Necesitamos, también, tomar medidas rápidas y audaces, como la obtención del respaldo fiscal y financiero, y el fortalecimiento de las redes de seguridad, para responder a la dramática crisis de la actividad corporativa y al consecuente aumento del desempleo.
En tal sentido, es especialmente crucial que tengamos presentes las dimensiones globales de la pobreza, que se yergue como amenaza a una de las actividades humanas más fundamentales como es el trabajo, ya que sobre este se articula el sentido de propósito y de esperanza, factor vital para la dignidad del hombre y la supervivencia de la sociedad. Debemos poner toda nuestra energía en abordar esta cuestión tan crítica.
En esta circunstancia crítica, es especialmente importante que los líderes políticos ejerzan toda su capacidad para el bien mayor, con una visión amplia e imparcial, puesto que el estado y los sistemas políticos tienen una función mayúscula que cumplir para frenar la escalada sin control del capitalismo. Pero, al mismo tiempo, debemos, absolutamente, aprender de la lección de la década de 1930, en que el exceso del control por parte del estado se relacionó con el surgimiento del fascismo.
Ha llegado el momento de ejercer un nuevo modo de pensamiento, un cambio de paradigma que llegue hasta el núcleo más recóndito de la civilización humana. Durante la Gran Depresión de hace ochenta años, el socialismo se ofreció como una alternativa al capitalismo. Hoy no existe alternativa alguna. Aunque el socialismo, en especial el comunismo soviético, no puede hoy considerarse una antítesis viable al capitalismo, si aceptamos la premisa de que estamos enfrentando una crisis de la modernidad –la modernidad como sistema basado fundamentalmente en el capitalismo y en la democracia— la necesidad de descubrir una nueva perspectiva y nuevos principios se torna cada vez más clara y más urgente.
Desde luego, deben tomarse mediadas inmediatas que contribuyan a conjurar un agravamiento de las crisis económicas y financieras; sin embargo, no podemos conformarnos con aplicar simples paliativos temporarios. Es necesario que nos apliquemos a lograr una visión del mundo regida por principios sólidos, que puedan funcionar como "palanca" y cambiar el rumbo de la historia. Para bien o para mal, los procesos de globalización han alcanzado un punto tal, que hacen imprescindible esa clase de respuesta.
En relación con ello, quisiera explorar algunas ideas expuestas por el presidente fundador de la Soka Gakkai, Tsunesaburo Makiguchi, en su obra, Geografía de la vida humana, escrita en 1903, pues tengo la certeza de que pueden ser útiles como un nuevo paradigma capaz de conducirnos fuera del callejón sin salida en que nos encontramos. Específicamente, quisiera referirme a las posibilidades que ofrece su idea de una "competencia humanitaria".
En la mencionada obra, Makiguchi examina la gran corriente de la historia humana e identifica las formas de competencia que han prevalecido en diferentes períodos: la militar, la política y la económica. Concluye su análisis con la propuesta de que fijemos como objetivo el establecimiento de la "competencia humanitaria", como corriente distintiva de la época, es decir, una competencia capaz de efectuar las más grandes contribuciones a la sociedad. Si bien su ideal no se concretó de inmediato, quisiera expresar mi férrea convicción de que ha llegado ya el tiempo, cien años después de la proposición original, de prestar atención a la competencia humanitaria, como paradigma de la nueva época.
La razón de ello es que los valores del socialismo –justicia e igualdad, por ejemplo— que pueden erradicar los males del capitalismo, ya sea que se pongan en práctica en el escenario nacional o internacional, están de hecho cimentados en el humanismo. No hay que permitir que esos ideales perezcan debido a la falla sistémica del comunismo.
Cabe preguntarse entonces por qué, si el socialismo se basa en principios correctos, ha fallado por lo general como sistema. Es oportuno mencionar en este caso el siguiente pensamiento de Makiguchi: "Se trate de cuestiones del ámbito natural o humano, cuando se obstaculiza la libre competencia, el resultado es el estancamiento, la inmovilidad y la regresión". Se puede atribuir el fracaso del socialismo a que este no supo considerar adecuadamente el valor de la competencia como fuente de energía y de vitalidad dentro de la sociedad.
Es allí donde reside el valor de la competencia humanitaria. Como concepto, nos permite en primer lugar confrontar directamente la competencia como una realidad, al tiempo que garantiza que esta se maneje con firmeza sobre la base de los valores humanos, con lo cual surge una reacción sinérgica entre los intereses humanitarios y las fuerzas competitivas. Un proceso así puede convertirse en el paradigma del siglo XXI.
En relación con nuestra búsqueda de nuevos modelos, es imperativo que prestemos oídos a la advertencia de Gabriel Marcel de mantener siempre presentes realidades concretas. La impaciencia y la arrogancia de quienes creen que poseen todas las respuestas y se apresuran a presentar un magnífico modelo para encaminar la historia, demuestran que esos individuos ya son víctimas de los aspectos negativos del espíritu de abstracción.
A lo largo de décadas, en propuestas anteriores, he planteado que el modo de enfocar perspectivas y principios universales no puede ser externo y trascendente, sino interior e inmanente. Sobre ese punto, una vez más la extraordinaria visión de futuro que Makiguchi muestra en Geografía de la vida humana merece nuestra cuidadosa atención: "Las características de vastas extensiones de la tierra se pueden observar generalmente en una pequeña porción de terreno. En tal sentido, la síntesis de los grandes y complejos fenómenos que existen en la geografía del mundo en su totalidad se pueden explicar empleando el ejemplo de un pueblo o aldea de una región en particular". Cuando Makiguchi habla de la "geografía de la vida humana", obviamente no se está limitando a la geografía en el sentido estricto de la palabra, sino está incluyendo los aspectos concretos de todo el quehacer humano, entre ellos, la política la economía, la sociedad y la religión.
En otras palabras, en lugar de efectuar el gran salto hacia los "grandes y complejos fenómenos" de la vida, deberíamos comenzar por partir de esa "pequeña porción de terreno" en que estamos ahora. Porque solo si somos cuidadosos y prestamos atención a esa realidad inmediata, podremos adquirir una verdadera comprensión de fenómenos a mayor escala. Para alguien capaz de efectuar esa proyección imaginativa hacia las realidades de la vida diaria, no solo los amigos cercanos, sino incluso quienes habitan tierras distantes se convierten en "vecinos".
Esa es la garantía más certera que poseemos contra las clases de distorsión por las que el fin se sacrifica a los medios, el presente tangible, a un futuro utópico, los seres humanos, a las ideologías. Estoy seguro de que allí veremos la concreción de una sociedad centrada en las realidades de la vida y de la humanidad, y no, en las abstracciones anónimas del dinero.
Un futuro compartido
Quisiera ahora proponer algunas ideas creativas en aras de un futuro mejor para todos, como una manera de estimular el desarrollo de la "competencia humanitaria" y de contribuir con ella.
Además de la inestabilidad financiera, que se sigue propagando, debemos enfrentar actualmente una serie de crisis interrelacionadas, como el cambio climático, la degradación ambiental, la escasez de energía y de alimentos, y la pobreza. En relación con ello, es preciso que adquiramos una visión intrépida de las cosas y el coraje de aceptar nuevos retos.
El nuevo presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, hizo del "cambio" el tema central de su campaña electoral. Dijo en su discurso inaugural: "[…] el mundo ha cambiado, y nosotros debemos cambiar con él. […] Lo que se nos exige ahora es una nueva era de responsabilidad". El desafío de provocar el cambio es algo que les toca no solo a los Estados Unidos, sino a toda la comunidad global.
Quisiera realizar aquí tres propuestas que pueden servir como puntales para transformar la actual crisis mundial en el catalizador de un futuro renovado para todos, por medio de la clase de competencia humanitaria que haga posible una comunidad global de paz y de coexistencia.
La primera de ellas es llevar a cabo acciones compartidas para resolver los problemas ambientales. La segunda es asumir la responsabilidad compartida, a través de la cooperación internacional, sobre los bienes globales públicos. La tercera es realizar esfuerzos compartidos, en bien de la paz, por la abolición de las armas nucleares.
Acciones compartidas para resolver los problemas ambientales
Permítaseme analizar la primera de estas propuestas, con el acento puesto específicamente en el cambio climático. El calentamiento global está produciendo efectos inmensos en el ecosistema de todas partes del mundo; puede causar desastres meteorológicos y conflictos armados, y agravar el flagelo de la pobreza y del hambre; es decir, es el símbolo de la crisis humana del siglo XXI, que amenaza agobiar a las generaciones venideras con una carga descomunal y nefasta.
Lamentablemente, no hubo un progreso notorio en las negociaciones del año pasado para reducir las emisiones de gases de invernadero. Se espera que este año haya conversaciones constructivas sobre el tema. Más allá de los esfuerzos que realicen los países desarrollados, es de vital importancia que las naciones que están en vías de desarrollo se conviertan en participantes activos de cualquier nuevo marco de discusión.
La firma oficial de los estatutos de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA, por sus siglas en inglés) pone en marcha una acción mundial para mitigar el calentamiento planetario que afecta a países industrializados, en vías de desarrollo y emergentes por igual. Hace siete años, en mi propuesta de paz de 2002, solicité se conformara una convención para promocionar fuentes de energía renovable, por lo que hoy celebro el establecimiento de esta nueva agencia internacional.
Asimismo, hay una nueva iniciativa en el área de la eficiencia energética, otro punto clave para evolucionar de la dependencia de los combustibles fósiles al empleo de energía baja en carbono, libre de residuos. En diciembre de 2008, los ministros de energía de quince países, incluidos el G8, China e India, elaboraron un comunicado conjunto por el que solicitaron la creación de una Asociación Internacional para la Cooperación en la Eficiencia Energética (IPEEC, por sus siglas en inglés), que se establecería durante 2009, con su secretaría situada dentro de la Agencia Internacional de la Energía (AIE).
Todos estos nuevos proyectos deben ponerse en vigencia hacia fines de 2012, cuando finalice el primer período de compromiso del Protocolo de Kyoto. A medida que vayan avanzando, podrán servir de eje para lograr la cooperación internacional y, a la vez, desempeñar un papel fundamental para establecer la Convención Marco sobre el Cambio Climático de la Organización, de las Naciones Unidas (ONU).
Quisiera proponer, además de esas medidas, la creación en el futuro de una Agencia Internacional de Energía Sostenible, con los auspicios de las Naciones Unidas, para promover y brindar apoyo a la labor de las mencionadas entidades, a fin de que la cooperación internacional sobre política energética se consolide firmemente dentro de la comunidad global.
Al mismo tiempo, es importante que los ciudadanos comunes participen de acciones concretas en bien de la educación y de una mayor conciencia pública, para lograr una comunidad global alineada con las metas y el espíritu del Decenio de las Naciones Unidas de la Educación para el Desarrollo Sostenible, que llega a la mitad de su período este año.
Responsabilidad compartida a través de la cooperación internacional
Mi segunda propuesta consiste en promover la responsabilidad compartida sobre bienes públicos globales, a través de la cooperación internacional, lo que constituye un elemento clave para la creación de un futuro Banco Mundial de Alimentos.
Un marcado aumento en el precio de los granos, que comenzó en el otoño de 2006, desencadenó una crisis alimentaria en numerosos países del globo, lo que obligó a cuarenta millones de personas a sumarse a quienes ya son víctimas del hambre. Se estima que novecientos sesenta y tres millones de seres humanos sufren hoy de desnutrición en todo el planeta.
Lo trágico es que no se trató de un desastre natural, sino humano, resultado de las especulaciones del mercado y del aumento de la producción de biocombustible.
Para prevenir la repetición de una crisis de esa naturaleza, tenemos que diseñar un mecanismo para mantener en todo momento una cierta cantidad de granos en reserva, en calidad de bienes públicos globales, de modo que puedan distribuirse como ayuda en caso de emergencia, durante una crisis alimentaria o bien, ofrecerse al mercado para estabilizar los precios. Esta es una idea que propuse hace ya treinta y cinco años.
La crisis alimentaria fue uno de los puntos centrales que se trataron en la Cumbre del G8 en Toyako, Hokkaido, llevada a cabo en julio de 2008, que dio como resultado la declaración de los líderes del G8 sobre seguridad alimentaria global. Esta es una cuestión que exige tratamiento urgente, puesto que la seguridad alimentaria es la base vital para mantener la vida y la dignidad humanas.
Deseo también sugerir la introducción de mecanismos financieros innovadores, por ejemplo, gravámenes internacionales solidarios destinados a lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) de la ONU.
Entre los mecanismos de esa clase que ya existen, se cuentan el Servicio Financiero Internacional para la Inmunización (IFFIm, por sus siglas en inglés), para apoyar programas de inmunización que salvan millones de vidas, y el impuesto del boleto aéreo, que ayuda a brindar tratamiento a enfermedades infecciosas como el VIH/SIDA, la malaria y la tuberculosis.
Se están explorando otras posibilidades, como el impuesto a la transacción de divisas y al carbono. Se trata de proyectos que merecen considerarse formas de competencia humanitaria, por las que diversos estados compiten constructivamente entre ellos, en el ámbito del poder moderado, para desarrollar ideas e iniciativas.
Es necesario y urgente impulsar con mayor vigor las conversaciones hacia la Cuarta Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Países Menos Adelantados, programada para 2011, a fin de lograr el impulso que requiere la realización de los ODM. Y debemos construir firmes redes de seguridad por toda la sociedad, para salvaguardar a las comunidades más débiles y menos privilegiadas más allá de 2015, fecha señalada para el logro de los ODM.
La cuestión de "las mil millones de personas más pobres", es decir, las más vulnerables entre los pobres de cincuenta y ocho países, que hace largo tiempo han quedado fuera del crecimiento económico, fue uno de los temas centrales de la ONU el año pasado. La cruda disparidad que existe en la valoración de la vida y la dignidad humanas, virtualmente determinada por el lugar en que uno nace, es una distorsión patológica que debe ser erradicada absolutamente.
Tengo la más firme esperanza de que el Japón demuestre un liderazgo activo en la labor de establecer, como bien común a escala global, el derecho de toda persona a vivir con auténtica dignidad y en paz. Para ello, puede aprovechar su propia experiencia de recuperación después de la guerra, que muchos han considerado "milagrosa".
Esfuerzos compartidos en bien de la paz por la abolición nuclear
La tercera propuesta que quisiera someter a consideración es el establecimiento de un marco internacional para reducir y prohibir las armas nucleares. Esta idea está relacionada con la realización de esfuerzos compartidos, en bien de la paz, por la abolición de las armas nucleares.
En cualquier tratamiento que se dé al tema de tales armamentos, debemos tener presente que el Tratado sobre la No Proliferación de Armas Nucleares (TNP) no les otorga a los cinco estados reconocidos como nucleares el derecho a mantener su "posición" especial de manera indefinida.
Por dos años consecutivos, el ex secretario de estado Henry Kissinger y otras prominentes figuras políticas de los Estados Unidos han presentado una propuesta para un mundo libre de armamento nuclear, lo que generó activas discusiones sobre cuestiones relacionadas, de las que participaron incluso los países poseedores de armas nucleares.
Para garantizar que no se desperdicie esa oportunidad, hago un llamado a la pronta realización de una cumbre entre los Estados Unidos y Rusia, en la que se alcance un acuerdo básico para una reducción drástica de armas nucleares. Tal cosa podría demostrar a las claras que las dos naciones asumen el compromiso con el desarme, con miras a la Conferencia de Revisión del TNP del 2010.
Quisiera también plantear que, sobre la base de ese consenso entre las dos naciones, se convenga efectuar regularmente una cumbre de cinco estados para el desarme, que incluya a los otros estados nucleares y al Secretario General de la ONU; además, que se delinee un conjunto de medidas realmente eficaces para que esos países cumplan con sus obligaciones de desarme estipuladas en el artículo VI del TNP.
Otro tema fundamental que debe ser tratado es la puesta en marcha de una Convención sobre Armas Nucleares, que prohíba en forma total su uso, fabricación, posesión, despliegue y transferencia.
Un proyecto similar fue elaborado con la iniciativa de organizaciones no gubernamentales (ONG) y presentado ante la ONU por Costa Rica, en 1997; la versión revisada ya ha sido distribuida como documento en el organismo internacional. El año pasado, el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, instó a los países a considerar la negociación de una Convención sobre Armas Nucleares.
La política de disuasión, a la que siguen aferrándose los estados poseedores de tales armamentos, ha servido de justificativo para que otros estados traten de desarrollar a su vez capacidad nuclear; es de vital importancia que se establezcan normas internacionales que prohíban íntegra y completamente las armas de destrucción masiva, sin exceptuar a ningún estado.
El segundo presidente de la Soka Gakkai, Josei Toda, en su declaración por la abolición de las armas nucleares pronunciada en setiembre de 1957, un año antes de su fallecimiento, condenó a cualquiera que empleara dichos armamentos, más allá de su nacionalidad. Él pudo percibir claramente que el egoísmo nacionalista que se escondía detrás de la necesidad de poseer armas de esa clase representaba una amenaza funesta para el futuro de la humanidad.
Para lograr la realización de una Convención sobre Armas Nucleares, es preciso que los habitantes del planeta se hagan oír y fortalezcan sus lazos solidarios, tal como lo hicieron en las campañas para promover el Tratado de Prohibición de Minas Terrestres y la Convención contra Municiones de Racimo, pero a una escala mucho mayor.
La campaña Global Zero, iniciada en diciembre de 2008 con el propósito de eliminar los armamentos nucleares y de establecer un amplio apoyo público a la causa, está proyectando efectuar una Cumbre Mundial en enero de 2010. Hace tiempo que requiero la realización de una reunión de alto nivel de esa índole, de modo que aplaudo dicha iniciativa. Deseo instar a que se inicien las negociaciones para una Convención sobre Armas Nucleares y que se aproveche lo tratado en la Cumbre Mundial de Global Zero y en la Conferencia de Revisión del TNP como punto de partida.
Las armas nucleares personifican el mal absoluto, que amenaza el derecho a la existencia que posee la humanidad; son incompatibles no solo con la seguridad nacional, sino con la seguridad humana. La comprensión de ese principio debe ser el cimiento de una Convención sobre Armas Nucleares.
Con la declaración de Josei Toda como principio rector, los miembros de la Soka Gakkai Internacional (SGI) seguiremos esforzándonos para que las personas consideren el problema nuclear como algo que les atañe directamente. Para ello, vamos a impulsar acciones concretas, como la presentación de la muestra "De una cultura de violencia a una cultura de paz: Hacia la transformación del espíritu humano" y un documental con testimonios de sobrevivientes de bombardeos atómicos. Estas son actividades que se llevan a cabo como parte de la Década de los Pueblos por la Abolición Nuclear.
La SGI está resuelta a fortalecer la opinión pública internacional, enfatizando sobre todo las actividades iniciadas por las mujeres y la gente joven, y trabajando junto a otras ONGs, como la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear (IPPNW, por sus siglas en inglés), que lanzó la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN, por sus siglas en inglés).
Para finalizar, quisiera presentar algunas sugerencias para fortalecer la ONU, como centro indiscutible de la lucha en común que lleva a cabo la humanidad para resolver cuestiones globales.
Cuando consideramos el futuro de la ONU en el siglo XXI, debemos, antes que nada, construir una sólida unión con la sociedad civil, que podría convertirse en un soporte y una fuente de energía continuos para las Naciones Unidas en las próximas generaciones.
Como un paso hacia la consecución de ese objetivo, quisiera proponer la creación dentro de la ONU de un puesto de subsecretario general destinado a las relaciones con la sociedad civil. Ya se hizo una propuesta similar en el informe elaborado en 2004 por el Grupo de Personas Eminentes encargado de examinar las relaciones entre las Naciones Unidas y la sociedad civil, presidido por el ex mandatario brasileño Fernando Henrique Cardoso.
Ese cargo de subsecretario general tendría carácter permanente, y su tarea primordial sería, específicamente, el avance de las ONGs; tendría la facultad, por ejemplo, de participar de las deliberaciones de los cuatro Comités Ejecutivos de Paz y Seguridad, de Asuntos Económicos y Sociales, de Asuntos Humanitarios y de Desarrollo, para garantizar que el parecer de la sociedad civil tuviera representación. Sería oportuno que esa reforma fuese el punto de partida de acciones posteriores que otorguen a la ONU un perfil más humano, de acuerdo con las palabras iniciales de la Carta de las Naciones Unidas: "Nosotros, los pueblos…".
Desearía, además, proponer la creación de una Oficina de Observación Global dentro de la secretaría de la ONU, que permita al organismo internacional anticipar perspectivas para el futuro y tenerlas como centro de su accionar. El ex secretario general adjunto de las Naciones Unidas, Anwarul K. Chowdhury, con quien mantengo actualmente un diálogo que se publica mensualmente en forma de serie en una revista japonesa, ya ha manifestado su preocupación por la falta de una dependencia así dentro de la ONU. Ha señalado que hay oficinas que llevan a cabo tareas de rutina para coordinar y administrar diversas actividades, pero que ningún departamento se dedica a prever las cuestiones y problemas que se presentarán en el futuro, ni a formular soluciones al respecto.
Comparto totalmente su inquietud. Es esencial que la ONU del siglo XXI posea un órgano subsidiario capaz de ofrecer perspectivas sobre el futuro y estrategias de acción basadas en una visión del mundo de aquí a cincuenta o cien años. En ese sentido, se debe prestar suma atención a las perspectivas que ofrecen las mujeres y a las voces de los más jóvenes, quienes le darán forma al mundo de la próxima generación; por ello, en el tratamiento de cualquier tema, será necesario tomar muy en cuenta el fortalecimiento de los jóvenes y de los niños.
El Instituto Toda para la Investigación sobre la Paz Global, fundado por mí, seguirá prestando su apoyo a las Naciones Unidas en la formulación de perspectivas futuras para la humanidad, ya que ello representa la auténtica razón de ser de ese cuerpo internacional.
Por otra parte, en apoyo a los esfuerzos de la ONU para abordar problemas globales, el Centro Bostoniano de Investigaciones para el Siglo XXI y el Instituto de Filosofía Oriental seguirán esforzándose, a través de impulsar el diálogo entre religiones y civilizaciones, para que la humanidad ponga de manifiesto su sabiduría.
Este es el Año Internacional de la Reconciliación, y 2010 ha sido designado Año Internacional de Acercamiento de las Culturas. Eso es una prueba de que la ONU pone énfasis en la tolerancia y en el diálogo, como medios indispensables para lograr el establecimiento de la verdad y de la justicia.
Las luchas armadas y las guerra civiles continúan por todo el mundo, como quedó demostrado en el reciente derramamiento de sangre en Gaza y en otras graves situaciones, como las de Sudán y la República Democrática del Congo. La única manera de ponerles fin a esos conflictos es generar un consenso popular internacional que exija diálogo y esfuerzos diplomáticos para su resolución. El liderazgo de la ONU, apoyado en la cooperación y en una tenaz labor diplomática entre estados, es indispensable para hacer frente a esos problemas, en apariencia insolubles.
Con gran convicción en el poder del diálogo, entre 1974 y 1975, cuando las hostilidades de la Guerra Fría se estaban intensificando, realicé repetidas visitas a la China, la Unión Soviética y los Estados Unidos, lugares en que me reuní, como simple ciudadano común, con sus máximos líderes, en un esfuerzo por lograr una disminución de las tensiones. Desde entonces, he consagrado mis esfuerzos a construir puentes de amistad y de entendimiento en todo el orbe.
Me he dedicado activamente a establecer vínculos fraternos entre culturas diferentes y he mantenido conversaciones con numerosos líderes y pensadores de diversas esferas. Todo ello se ha visto cristalizado en la publicación de más de cincuenta libros de diálogos.
La Soka Gakkai nació en 1930, en medio de una crisis global. La SGI se inició en 1975, también, una época de crisis. Sin dejarnos intimidar por las circunstancias adversas, hemos expandido corrientes de humanismo y de cultura de paz en ciento noventa y dos países y territorios de todo el globo, a través de los esfuerzos de las personas comunes.
Con ese orgullo y sentido de misión, los miembros de la SGI estamos resueltos a allanar el camino para una sociedad basada en la paz y en la coexistencia, que propague firmemente la solidaridad entre los pueblos a través del poder del diálogo, hacia 2010, año que marcará el 80º aniversario de la Soka Gakkai y el 35º aniversario de la SGI.