El desafío de un fortalecimiento global: educación para un futuro sostenible (2002)
Daisaku Ikeda
Presidente de la Soka Gakkai Internacional (SGI)
[Esta propuesta fue redactada por Daisaku Ikeda, presidente de la SGI, en ocasión
de la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible, celebrada del 26 de agosto al 4 de
septiembre de 2002, en Johannesburgo. El texto fue publicado en el Seikyo Shimbun,
diario de la Soka Gakkai del Japón, el 26 de agosto de 2002.]
La necesidad de un cambio
Han transcurrido diez años desde que se realizó la Cumbre para la Tierra en Brasil, un
acontecimiento que logró despertar notablemente la conciencia pública sobre la
necesidad de proteger el medio ambiente. Desde entonces, el término "desarrollo
sostenible" se ha convertido en parte de nuestro vocabulario cotidiano, y es justo
reconocer que en ciertos niveles, se ha logrado un avance. Pero en términos generales,
sin embargo, los acuerdos logrados en Río de Janeiro no se han cumplido, y el progreso
obtenido sigue siendo lento respecto de la velocidad con que se degradan los sistemas
vitales del planeta. Es claro que no podemos permitir que esta situación se prolongue
durante el siglo XXI.
La solución de esta crisis necesitará más conocimiento, tecnología y fondos. Pero un
requisito aun más fundamental, a mi entender, son aquellos elementos intangibles, como
la solidaridad, la adopción de una meta compartida entre todos los habitantes de la
Tierra y un verdadero sentido de responsabilidad hacia las generaciones futuras.
En junio de 2002, tuve la oportunidad de reunirme con Tommy E. Remengesau (h),
presidente de la República de Palaos, a menudo descrita como una joya dentro del Océano
Pacífico. En aquella ocasión, ambos dialogamos sobre la crisis ambiental, y el
presidente Remengesau manifestó su preocupación: "El calentamiento global", dijo, "es
un tema extremadamente serio para la población de Palaos. El nivel del agua de los
océanos ha crecido y el agua salada está comenzando a invadir los acuíferos. La belleza
natural de nuestra isla está en riesgo. El Niño ha provocado lluvias, y la destrucción
de nuestros arrecifes de coral está avanzando; los corales se han puesto blancos y han
muerto debido al gran aumento en la temperatura del agua…". El primer mandatario
también mencionó que Palaos está trabajando arduamente en el estudio e introducción de
fuentes de energía alternativas que puedan reducir los gases de efecto invernadero. La
época exige esa clase de respuesta activa –la determinación de no permanecer como
observadores pasivos o víctimas de las circunstancias–, no solo en las esferas
gubernamentales, sino en el seno de la sociedad civil.
En la película Una revolución silenciosa, producida por el Consejo de la
Tierra para la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible, se puede ver ejemplos
inspiradores de esa clase de iniciativa dinámica: el caso de cómo responde la gente al
problema de la provisión de agua en la aldea de Nimi, en la India, y al problema de la
persistente amenaza de los contaminantes orgánicos del lago Zemplinska Sirava, en
Eslovaquia; y, la labor de un grupo de mujeres que se pusieron de pie para proteger las
áreas forestales de Kenia. La Soka Gakkai Internacional (SGI) colaboró con la
producción de la película en solidaridad con el propósito y el tema del filme, que
demuestra que una sola persona puede cambiar el mundo, el cual es un mensaje de
valentía y de esperanza que debemos difundir en estos tiempos difíciles.
Uno de los objetivos de la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible es preparar un
plan de aplicación que se convierta en la base para impulsar la coexistencia creativa
entre los seres humanos y la naturaleza en el siglo XXI. El secretario general de las
Naciones Unidas, Kofi Annan, sostiene que la cumbre servirá de prueba de fuego para
cada país que haya decidido ponerse en acción. El éxito de la cumbre dependerá de si se
puede desarrollar un discurso constructivo que trascienda los intereses nacionales
contrapuestos y se concentre en el bienestar del planeta y de la humanidad toda.
Como parte de nuestros esfuerzos para apoyar la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo
Sostenible, ofrecí, en una propuesta elaborada anteriormente este año, tres sugerencias
para reformar el sistema internacional relacionado al ámbito de la protección
ambiental. La primera es el nombramiento de un alto comisionado de las Naciones Unidas
para el medio ambiente, que ejerza con iniciativa una clara conducción para solucionar
los problemas globales relativos al entorno. Luego propongo la consolidación gradual de
las secretarías que supervisen la implementación de diversos tratados ambientales,
vinculados al establecimiento de un fondo global para el medio ambiente. En tercer
lugar sugiero adoptar una convención para promover los recursos energéticos renovables.
Al mismo tiempo, destaqué le necesidad de fomentar una mayor conciencia y de modificar nuestra visión acerca del entorno. Además de las reformas desde arriba, como las medidas legales e institucionales mencionadas anteriormente, cualquier solución
duradera necesitará igualmente reformas desde abajo que establezcan y fortalezcan la
solidaridad ciudadana. Esos son dos prerrequisitos profundamente ligados uno con otro
para lograr un cambio a escala global. En esta propuesta, quisiera centrarme en el tema
de cómo forjar la solidaridad popular hacia la resolución de la crisis ambiental del
planeta.
Si la gente decide asumir los problemas ambientales como temas de su interés personal y
va a realizar esfuerzos mancomunados por el futuro de todos, la educación es el punto
vital. Solo la educación puede proveer la energía necesaria para revitalizar tan
profundamente la conciencia pública. Por esa razón, la SGI ha propuesto el
establecimiento de una década internacional de la educación para el desarrollo
sostenible, que venga a continuación del Decenio de las Naciones Unidas para la
Educación en la esfera de los Derechos Humanos, que comienza en 2005. Los objetivos de
la década serían los de promover la educación como la base para una sociedad humana
sostenible y consolidar la cooperación internacional para difundir información sobre el
ambiente. Esta propuesta fue incluida en el proyecto del plan de aplicación, en el
cuarto período de sesiones del comité preparatorio (PrepCom 4) de la Cumbre Mundial
sobre el Desarrollo Sostenible, celebrado en junio pasado en Indonesia.
La importancia de la educación para el desarrollo sostenible quedó claramente
establecida en el Programa 21, plan de acción global adoptado en 1992 en la Cumbre para
la Tierra realizada en Río de Janeiro. Lo esencial de este concepto, como quedó
estipulado en la Declaración de la Conferencia Internacional sobre Medio Ambiente y
Sociedad realizada en Tesalónica, es el principio de sostenibilidad. Según palabras de
la declaración: "Lo sostenible abarca no solo el medio ambiente, sino la pobreza, la
población, la salud, la seguridad alimentaria, la democracia, los derechos humanos y la
paz". Puesto que los temas ambientales están profundamente interconectados con esas
cuestiones globales, su solución requiere un replanteo esencial de nuestro modo de
vida, como individuos, como sociedades y en términos de la mismísima civilización
humana.
En tal sentido, considero que se debe promover la década de la educación para el
desarrollo sostenible teniendo en cuenta los siguientes tres objetivos:
• Aprender y profundizar la conciencia pública acerca de cuestiones y realidades del medio ambiente.
• Reflexionar sobre nuestro estilo de vida y modificarlo para favorecer la sostenibilidad.
• Empoderar a las personas a fin de que cada individuo realice acciones concretas para resolver cuestiones que nos afectan a todos.
Aprender
Es esencial adquirir mayor comprensión y sensibilizar a la sociedad sobre estas
cuestiones. Todo comienza con la comprensión de ciertos hechos básicos: la cantidad de
zonas forestales que se han perdido en el mundo; el grado de contaminación del aire, el
agua y el suelo, y el impacto que eso tiene sobre el ecosistema global.
Necesitamos además comprender las causas y estructuras sociales que conducen a la
destrucción ambiental. Y más allá de ello, es perentorio que percibamos con empatía la
realidad de quienes sufren, que asumamos su dolor como propio y comprendamos claramente
nuestra interconexión. Ese esfuerzo permitirá que surja en nosotros una nueva
conciencia y la determinación de llevar a cabo acciones concretas.
Es vital que el valor de esa tarea se aprenda en especial en los primeros años
escolares, en una etapa del crecimiento en que los niños son sensibles, ricos en
imaginación y creatividad, y son ávidos de aprender y de absorber todo. Numerosos
países ya promueven la educación en medio ambiente como parte integral de sus programas
escolares. Cultivar en el corazón de los niños el deseo de atesorar la naturaleza y
proteger la Tierra es un paso vital para salvaguardar su futuro.
En la Escuela Soka de Segunda Enseñanza de Kansai, los alumnos han participado de una experiencia de aprendizaje, filmando la Tierra desde un transbordador y estación
espacial internacional, como parte del programa "EarthKam" de la NASA. Como fundador de
la escuela, he quedado impresionado y conmovido por el impacto educativo que recibieron
los niños, al confirmar visualmente la evidencia de la crisis ambiental que sufre el
planeta.
Hace ya varios años que propongo la realización de una Cumbre Mundial de Educadores que pueda congregar no solo a quienes tienen a su cargo la política educativa en cada país, sino en general a todas las personas que se dedican directamente a impartir educación. En los inicios de la década de la educación para el desarrollo sostenible (2005), sería propicio llevar a cabo una conferencia internacional en la que educadores de todo el mundo pudieran intercambiar ideas, experiencias y formas de mejor práctica en esta área.
Al mismo tiempo, es importante también que los distintos movimientos ciudadanos y comunitarios conciban modos de alentar un conocimiento más profundo en la sociedad acerca de la crisis del entorno global. Con ese fin, la SGI organizó la exhibición "Hacia un siglo de esperanza: Medio ambiente y desarrollo", como evento paralelo oficial en la Cumbre para la Tierra de Río de Janeiro. La SGI de los Estados Unidos ha creado la muestra itinerante "La ecología y la vida humana", y la Soka Gakkai del Japón ha realizado la exposición "EcoAid". Esa labor, efectuada con la cooperación de otras ONG, tiene por objeto contribuir con la educación pública y brindar a la ciudadanía un mayor conocimiento sobre la crisis global.
Reflexionar
Además de la información precisa que se pueda brindar, es fundamental definir cuáles son los valores éticos que compartimos. Esto es especialmente importante en el caso del tema ambiental, que puede ser tan vasto y complejo, que la información y el conocimiento por sí solos no bastan ya que pueden generar grandes interrogantes en la gente al no brindar una noción clara de los pasos que se deben seguir. Para combatir esos sentimientos de impotencia y de desconexión, la tarea educativa debe ser capaz de transmitir la manera en que los problemas ambientales están íntimamente conectados a nuestra vida cotidiana. Debe además inspirarnos la confianza de que cada uno de nosotros tiene el poder y la responsabilidad de efectuar un cambio positivo a escala global.
La Declaración de Tesalónica afirma que "la sostenibilidad es, en definitiva, un imperativo moral y ético, dentro del cual es necesario respetar la diversidad cultural y la sabiduría tradicional". Podemos aprender de la rica espiritualidad y las diferentes tradiciones culturales que se han ido desarrollando a lo largo de la historia, y extraer de ellas lecciones invalorables y reflexiones filosóficas que nos permitan vivir mejor como seres humanos.
La Carta de la Tierra, cuya redacción fue promovida por el secretario general de la Cumbre para la Tierra de Río de Janeiro, Maurice Strong, y por el presidente de la Cruz Verde Internacional, Mijaíl Gorbachov, recopila y une esas distintas fuentes de valores: 1) respeto de la comunidad de vida; 2) integridad ecológica; 3) justicia social y económica y 4) democracia, no violencia y paz. La Carta de la Tierra proporciona un amplio panorama de los valores y principios que se precisan para alcanzar un futuro sostenible y, por ese motivo, es un medio educativo inapreciable.
Aparte de su contenido, el modo en que esta "carta del pueblo" fue redactada es muy importante. En el proceso de redacción, se hizo todo lo posible para incorporar el saber esencial de las culturas y tradiciones que pueblan la Tierra. El lenguaje que se debía emplear fue objeto de pacientes deliberaciones a cargo de expertos y de muchos ciudadanos comunes. Hasta la fecha, la SGI ha venido realizando talleres y simposios en el orbe entero en su esfuerzo de impulsar y presentar los principios de la Carta de la Tierra entre las filas del pueblo. Tengo la esperanza de que no se escatimen esfuerzos para aprender los principios de la Carta de la Tierra y vincularlos a temas específicos dentro de las distintas comunidades y en sus escuelas.
Uno de las aserciones del Movimiento Cinturón Verde de Kenia es que el desierto no se origina en el Sahara, sino en el patio trasero de nuestra propia casa. Basados en un profundo sentimiento de responsabilidad hacia el futuro, madres e hijos consustanciados con el movimiento han plantado y cuidado unos veinte millones de árboles. Entiendo que los niños que participan de esa tarea a menudo disfrutan de una competencia amistosa, mientras nutren los retoños arbóreos con su amor y dedicación, y rivalizan entre ellos por comprobar qué árboles crecerán más rápidamente. Esa clase de esfuerzo es significativa, porque, a través de tales experiencias, la gente, en especial los jóvenes, pueden apreciar la realidad concreta de su propia comunidad y comprender con mayor claridad los problemas ambientales a escala global.
El fundador de la Soka Gakkai, el educador japonés Tsunesaburo Makiguchi (1971-1944), definió la comunidad local como un mundo en miniatura. Recalcó la importancia de que los niños abrieran los ojos al mundo a través del estudio dentro de su comunidad local, donde la historia, la naturaleza y la sociedad se entrecruzan.
Tengo la certeza de que esa clase de movimiento cíclico –ver el mundo desde la perspectiva de la comunidad local, y la comunidad, a través del lente del mundo— es esencial, si queremos desarrollar una comprensión moral y un verdadero aprecio por la naturaleza, que estén insertos en la realidad de la vida diaria.
Empoderar
En tercer lugar, es necesario brindar a las personas la valentía y la esperanza necesarias para que den los primeros pasos concretos. Aunque estableciéramos acuerdos sobre valores éticos y paradigmas de conducta, si no crece la cantidad de individuos que los incorpora y practica en su vida diaria, la dura realidad que vivimos no cambiará en absoluto. Dicho de otro modo, si los principios morales solo son vistos como un simple conjunto de pautas que deben seguirse pasivamente, una obligación que se impone desde afuera, sin verdadera conexión con nuestra vida o nuestro interés, no podrán incentivar en nosotros una respuesta contundente a las circunstancias en constante cambio. Quedarán a un lado ante la primera crisis.
Por esa razón, es necesario percibir la ética ambiental como un compromiso profundamente personal, cuyo cumplimiento nos brinde un inagotable sentimiento de propósito y de alegría.
Actualmente, estoy manteniendo un diálogo con la economista ambiental y futuróloga Hazel Henderson. Ella se ha referido a que su propia inspiración para actuar surgió de su deseo de proteger a su hija de los peligros de la contaminación atmosférica. "La mayoría de quienes comenzamos a trabajar en la campaña 'Ciudadanos por un Aire Limpio' éramos madres", explicó. "Puesto que sabemos muy bien la tarea enorme que significa la crianza de un hijo, estábamos ansiosas por brindarles a ellos el mejor futuro posible. Si reflexiono, me doy cuenta de que eso fue lo que nos dio la fuerza para soportar toda clase de persecuciones y para mantener la lucha hasta el fin".
Para que resulte eficaz, la ética debe estar acompañada de ese sentimiento natural y espontáneo, ese irresistible impulso que nos mueve a actuar cuando vemos a la gente y al mundo que amamos expuestos al peligro. Una moralidad viva como palpita en cada fibra de nuestra humanidad.
¿Cuáles son, entonces, los valores que pueden unir en serio al género humano y conectar a la ciudadanía en una red de genuina solidaridad? En lo más hondo de esos valores debe existir un profundo respeto por la vida en sí. El respeto y la reverencia, de ese modo, pueden despertar en la gente un sentido de conexión con todas las formas de vida con que compartimos esta Tierra, y de unión con las generaciones venideras.
El reconocimiento de la interrelación de todas las formas de vida forma parte, desde tiempos remotos, de muchas tradiciones culturales que han pasado de una generación a otra y que aún hoy subsisten en muchas culturas indígenas. Es vital que la humanidad acepte humildemente esa sabiduría viva. Por ejemplo, el pueblo Desana del Amazonas afirma que los seres humanos no pueden vivir aislados y que solo pueden prosperar cuando coexisten armoniosamente con el entorno. El pueblo iroqués de Norteamérica nos exhorta: "Tened siempre en cuenta no solo el presente, sino a las generaciones venideras, incluso aquellas cuyo rostro aún se encuentra bajo el suelo". Dentro de esa cosmovisión, todos los animales y las plantas son considerados hermanos.
Una vida de contribuciones
Esa clase de reverencia por la vida se exalta también en muchas tradiciones religiosas. En el budismo, filosofía en que se basan las actividades de la SGI, encontramos las siguientes palabras: "¡Que todos los seres, aquellos que pueden ser vistos y aquellos que no, aquellos que viven lejos y aquellos que viven cerca, aquellos que han nacido y aquellos que aún desean nacer, que todos los seres vivos disfruten de felicidad!".
Dichas palabras se originan en la concepción de que todas las formas de vida están interconectadas y se sostienen mutuamente, una relación definida como "origen dependiente" en el budismo. Lo esencial aquí es la comprensión de que el anhelo de felicidad se halla en el centro mismo de nuestra interconexión. Por eso las enseñanzas del budismo destacan nuestra función como protagonistas de un cambio positivo.
Si bien es cierta la influencia que recibimos del entorno, lo fundamental se encuentra en el compromiso activo y voluntario que establecemos con el medio ambiente y con las demás formas de vida. La poderosa fuerza que pone en marcha el dinámico proceso de cambio es el auténtico interés y empatía por los demás que logramos despertar dentro de nosotros.
Mediante el diálogo y el compromiso, hacemos surgir en nuestro interior y en los demás un fuerte sentido de propósito y un intenso júbilo. Iniciamos así un proceso de cambio fundamental, que a su vez nos permite percibir una identidad enormemente vasta de la que somos parte: nuestro "yo superior". El objetivo último de las actividades de la SGI es el de provocar, a partir de la "revolución humana" individual, el florecimiento universal de la reverencia por la vida.
En su libro escrito de 1930, Educación para una vida creativa, Tsunesaburo Makiguchi propone una transformación fundamental en el modo de vida de las personas. Censura el estilo de vida pasivo y dependiente, y declara que ni siquiera es aceptable lo contrario, es decir una existencia independiente y activa. En lugar de ello, plantea una manera de vivir voluntariamente interactiva e interdependiente, una existencia comprometida a contribuir a la sociedad.
Una vida pasiva y dependiente carece de un claro sentido de identidad; está a merced de las circunstancias siempre cambiantes. Alguien que, por el contrario, lleva una existencia independiente, puede manifestar una individualidad firme, pero desconocer la realidad y las necesidades de otros. En cambio, quien dedica su existencia a contribuir con los demás se basa en la clara comprensión de la naturaleza interdependiente que nos une a los demás y al entorno. Ese es un modo de vivir que nos lleva a esforzarnos activamente para lograr la felicidad personal y la de los demás.
La clase de vida así descrita se centra en lo que hoy denominamos "empoderamiento", en especial, en el tipo de diálogo que hace surgir nuestro potencial interior e inspira a otros a unirse en un esfuerzo mancomunado por la paz y la felicidad de toda la familia global.
Recuerdo ahora las palabras de Aurelio Peccei (1908-1984), cofundador del Club de Roma, cuyo informe Los límites del crecimiento alertó al mundo acerca de la crisis ambiental. En una ocasión, durante un diálogo que mantuvimos, el doctor Peccei sostuvo: "[E]s tan grande la gama de capacidades que dormitan en el interior de cada individuo y que podrían ponerse a disposición general que es justo considerarla como el más importante de los recursos humanos. Es perfeccionando y desarrollando estas capacidades a tenor de nuestra nueva condición en este mundo alterado, y sólo así, como podremos poner de nuevo un mínimo de orden y armonía en nuestros asuntos, incluidas nuestras relaciones con la naturaleza, y poder seguir así adelante".
Nada es más importante hoy que la clase de educación humanística que permite a los individuos sentir la realidad de la interconexión con los demás, apreciar el infinito potencial latente de la vida de cada ser humano y cultivar ese potencial al máximo.
Por más complejas que se presenten las cuestiones globales, debemos recordar que fuimos nosotros mismos quienes las generamos. Por lo tanto, es imposible que esté más allá de nuestro poder humano el resolverlas. La clase de revolución que nos permite volver a centrarnos en la humanidad, reformar y abrir la capacidad interior de nuestra vida es la que puede lograr una reforma y empoderamiento efectivos a escala global.
Con el ánimo de expresar mis sinceros deseos de éxito para la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible, quisiera transmitir las palabras de mi fallecida amiga, la poetisa laureada de Dinamarca, Esther Gress (1921-2002):
Si quieres cambiar el mundo,
debes cambiar al hombre.
Si deseas cambiar al hombre,
debes lograr que él quiera cambiar.
Quisiera también agregar estas palabras del renombrado escritor nigeriano Ben Okri, extraídas de su poema dedicado al nuevo siglo:
No puedes rehacer el mundo
si no te rehaces a ti mismo.
Toda nueva era comienza desde adentro.
Es un evento íntimo,
con insospechadas posibilidades
de liberación interior.