La solidaridad mundial entre los jóvenes: augura una nueva era de esperanza (2017)
Propuesta de paz 2017 (Sinopsis)
Han pasado sesenta años desde que mi maestro Josei Toda (1900-1958), el segundo presidente de la Soka Gakkai, dio a conocer su proclama instando a la abolición y a la prohibición de las armas nucleares.
En la raíz de este pensamiento palpita una visión de la ciudadanía mundial nutrida en la filosofía budista del respeto a la dignidad de la vida que expone el budismo. Esto es, la convicción de que nadie debería ser objeto de discriminación, explotación o sacrificio de sus intereses para que otros se beneficiaran de ello. Esto tiene mucho en común con la exhortación dirigida por las Naciones Unidas a la comunidad internacional a fin de crear un mundo donde nadie se sienta excluido.
La humanidad hoy se ve ante numerosos problemas insoslayables, como la secuencia aparentemente interminable de conflictos armados y los padecimientos de una población de refugiados cuyo número no cesa de aumentar. Así y todo, no soy pesimista con respecto al futuro de la humanidad, y eso se debe a la fe que tengo en los jóvenes de nuestro mundo, cada uno de los cuales encarna una inmensa esperanza y la posibilidad de crear un porvenir mejor.
Quiero ofrecer algunas reflexiones sobre la forma de construir sociedades pacíficas, justas e inclusivas como las que postulan los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) presentados el año pasado, con especial énfasis en el papel de los jóvenes.
Crear una solidaridad centrada en los jóvenes y dirigida a la meta de la coexistencia
A partir de la firma del Acuerdo de París sobre el cambio climático, en 2016, los países del mundo se unieron para afrontar una amenaza colectiva de un modo que, hasta ese momento, hubiera parecido imposible. Lo que permitió esa alineación fue la conciencia común de que el cambio climático representaba un problema imperioso para todos los Estados por igual.
Ahora bien, para poder avanzar en dirección al logro de los ODS, necesitaremos unir conciencias afines y fomentar la solidaridad en todos los terrenos.
La clave para afrontar los retos que parecen más recalcitrantes yace en el acercamiento entre los pueblos y en la persistencia de dar todo lo que esté al alcance en bien de los semejantes.
En la tradición del budismo Mahayana, el término «bodhisattva» describe a la persona dedicada a crear felicidad en su propia vida y en la vida de otros. El espíritu del bodhisattva es la base de sustentación de todo lo que ha hecho la SGI como organización religiosa en apoyo de las Naciones Unidas y de toda su labor por la resolución de los problemas globales. El centro de atención constante ha sido impulsar el empoderamiento del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
Las capacidades interiores que se ponen de manifiesto a partir de los procesos de empoderamiento son una fuente duradera de energía para el cambio y un manantial inagotable de esperanza.
La educación inspira acciones e iniciativas que modelan el rumbo de las sociedades a lo largo del tiempo. En particular, la educación para la ciudadanía global puede fomentar la acción y la solidaridad, permitiendo a los jóvenes extraer su máximo potencial e incrementar su empuje en pos del cambio global.
Trazar los cimientos de sociedades que superen las divisiones y las desigualdades
El estancamiento persistente de la economía mundial ha exacerbado las actitudes xenofóbicas. El pensamiento xenófobo es alimentado por una tajante división del mundo entre los buenos y los malos. En este esquema de pensamiento, no hay lugar para el titubeo o los escrúpulos. De la misma manera, cuando la búsqueda de la racionalidad económica basada en las leyes del mercado no es balanceada por la consideración de los aspectos humanos, se instala una psicología que justifica la imposición de los sacrificios más extremos a los demás.
¿A qué tipo de anclaje social podemos recurrir para oponer resistencia a la xenofobia que profundiza las divisiones sociales y a la búsqueda de una racionalidad económica indiferente al sacrificio de los más vulnerables? Creo que la respuesta se encuentra en una firme trama de relaciones entre las personas. Tengo la convicción y la expectativa de que la amistad entre los jóvenes revertirá poderosamente las corrientes divisorias y dará nacimiento a una vigorosa cultura de paz basada en el profundo respeto a la diversidad.
Fortalecer la capacidad de las comunidades para afrontar y responder positivamente a los desafíos
La capacidad de resolver problemas no es algo privativo de gente especial; en cambio, es un camino que se abre ante cualquiera de nosotros cuando encaramos la realidad decididamente, asumiendo algún aspecto de su pesada carga y actuando con persistencia. En particular, la energía de los jóvenes dedicados a crear lazos de confianza entre sus congéneres puede catalizar una reacción en cadena de cambios positivos.
Tres áreas prioritarias:
Quisiera aquí formular propuestas concretas con respecto a tres áreas prioritarias que considero cruciales para establecer el tipo de sociedades pacíficas, justas e inclusivas contempladas en los ODS.
■ Prohibir y abolir los armamentos nucleares
La amenaza representada por las armas nucleares no hace más que crecer. En tal sentido, quisiera elevar las siguientes propuestas:
- La celebración de una cumbre entre los Estados Unidos y Rusia lo antes posible, para reanimar el proceso de desarme nuclear. Exhorto a los mandatarios de ambos países a emprender un diálogo tendiente a retirar sus armamentos del estado de alerta máxima y a avanzar de manera significativa hacia la reducción de las armas nucleares.
- El Japón debe esforzarse por lograr una participación más amplia en las negociaciones próximas, con miras a promulgar una normativa internacional vinculante que prohíba las armas nucleares, incluso a los Estados que las poseen o dependen de ellas.
En años recientes, las ciudades de Hiroshima y de Nagasaki han contribuido a mantener la cuestión de las armas nucleares en el foco de la opinión pública, ya que han sido anfitrionas de diversas reuniones diplomáticas y de dignatarios extranjeros. Por ser el Japón el único país del mundo que ha experimentado un ataque bélico nuclear, está en posición de alentar a los Estados que han intervenido en estos debates y a muchos otros países más a participar en las negociaciones multilaterales que se celebrarán próximamente en aras del desarme nuclear.
La tarea de establecer un tratado que prohíba la producción, transferencia, amenaza de uso o utilización de estas armas debe considerarse una empresa de interés global, cuyo resultado será evitar que cualquier otro país vuelva a experimentar jamás los horrores de la guerra nuclear.
En mayo del presente año se reunirá en Viena el Comité Preparatorio de la Conferencia de 2020 encargada del Examen del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares. Es deseable que exista un esfuerzo por reconocer las preocupaciones de todos los Estados en materia de seguridad, a fin de hacer que las negociaciones sean realmente provechosas.
- Todos los actores de la sociedad civil deberían elaborar declaraciones dirigidas a abonar las negociaciones próximas. Este conjunto de manifiestos sería, en la práctica, una declaración colectiva de la humanidad por un mundo sin armas nucleares.
Es hora de que la sociedad civil exprese un firme apoyo a este cónclave y que impulse el establecimiento de un instrumento jurídico de derecho internacional promulgado a instancia de los pueblos.
■ Restablecer la esperanza en el corazón de los refugiados
La segunda área prioritaria en la cual quisiera centrarme es la necesidad de implementar programas de ayuda que permitan a los refugiados vivir con esperanza.
Propongo aquí que las Naciones Unidas tomen la iniciativa de desarrollar una nueva arquitectura de la ayuda que propicie la colaboración en torno a las metas de resolver los problemas humanitarios y proteger la dignidad humana. Esto permitiría que las personas en situación de desplazamiento forzoso trabajaran en las comunidades de acogida, cumpliendo tareas útiles para mejorar la resiliencia y promover el logro de los ODS.
Una expresión de esto sería aunar iniciativas humanitarias y de desarrollo con activa cooperación de las Naciones Unidas y de los Estados miembros, a fin de brindar a los refugiados y solicitantes de asilo programas de formación profesional y de adquisición de capacidades relacionadas con los ODS.
■ Construir una cultura de los derechos humanos
El año próximo se celebrará el septuagésimo aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Me permito proponer que la ocasión sea recordada celebrando un foro de las Naciones Unidas y de la sociedad civil sobre educación para los derechos humanos, en el cual se puedan repasar los resultados conseguidos hasta la fecha y promover deliberaciones para adoptar un convenio sobre educación y formación en esta materia.
Si los jóvenes del mundo logran poner en práctica y proteger los valores centrales de los derechos humanos, creo positivamente que se podrá abrir un camino hacia una sociedad más inclusiva y pluralista. Y la fuerza impulsora más potente para hacer realidad este panorama podría ser la educación sobre derechos humanos. En colaboración con otras ONG, la SGI se esforzará por movilizar la opinión pública en apoyo de un convenio vinculante que priorice la educación y la formación sobre estos derechos primordiales.
Un aspecto esencial y de enorme relevancia para construir una cultura de respeto a los derechos humanos es avanzar en la igualdad de género, cuyo propósito es que todas las personas, cualquiera sea su identidad de género, irradien la luz de su humanismo y de su dignidad interior, fieles a su subjetividad.
La SGI, con los jóvenes en el centro de su movimiento, se esforzará mucho más aún por expandir la solidaridad entre las personas, promover la unión para construir una cultura de respeto a los derechos humanos, y trabajar en el establecimiento de una sociedad donde ninguna persona sea excluida.