Declaración ante la Conferencia de las Partes Encargada del Examen del TNP en 2022 instando a adoptar el principio de «no ser el primero en usar armas nucleares» (Seikyo Shimbun, 26 de julio de 2022)
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(El 26 de julio de 2022, el presidente de la SGI, Daisaku Ikeda, emitió una declaración ante la Conferencia de las Partes Encargada del Examen del TNP instando a adoptar el principio de «no ser el primero en usar armas nucleares»).
Han pasado setenta y siete años desde los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki; sin embargo, lejos de haber avances concretos hacia la abolición de las armas nucleares, el peligro de que se produzca una detonación real hoy se encuentra en el nivel más alto desde que finalizó la Guerra Fría. Las armas nucleares no deben utilizarse jamás; por ende, urge adoptar medidas efectivas que impidan esa nefasta contingencia.
El 3 de enero de este año, los líderes de los cinco Estados poseedores de armas nucleares —los Estados Unidos, Rusia, el Reino Unido, Francia y la China— emitieron una declaración conjunta comprometiéndose a evitar la guerra nuclear y a abstenerse de participar en este tipo de carrera armamentista; en dicho documento, afirmaban que «en una guerra nuclear no hay vencedores, y por eso jamás debemos participar en ella». En un mundo cuyas divisiones se han vuelto más profundas que nunca, es crucial que todos los países con estos arsenales declaren, en términos inequívocos, su voluntad de mantener una postura de autodisciplina y dominio propio con respecto a la guerra nuclear. Sobre esa base, es menester adoptar medidas urgentes que eliminen toda posibilidad de emplear estos armamentos en el conflicto actual —un detonante que desataría horrores catastróficos— a la vez de asegurar que, en enfrentamientos futuros, tampoco pueda esgrimirse la amenaza de utilizarlos.
Quisiera formular una propuesta de emergencia, a fin de incluir los siguientes puntos en el documento final de la Conferencia de las Partes Encargada del Examen del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), que comenzará a sesionar el 1.º de agosto en la sede de las Naciones Unidas:
- Que los cinco Estados poseedores de armas nucleares en virtud del TNP prometan seguir acatando su declaración conjunta de enero pasado, así como adoptar en forma inmediata medidas que reduzcan el riesgo generado por los armamentos nucleares, de acuerdo con sus compromisos de desarme nuclear estipulados en el artículo 6.
- Que cada uno de dichos Estados enuncie, como asunto de absoluta prioridad y con la mayor urgencia posible, su adhesión al principio de «no ser el primero en usar armas nucleares».
- Que, para dar forma concreta a la declaración conjunta de que «ninguna de nuestras armas nucleares está apuntada contra el otro ni contra ningún Estado», el principio de no ser los primeros en usarlas se universalice como política de seguridad por parte de todos los Estados poseedores, así como también por los que dependen del sector nuclear.
El motivo por el cual propongo que, en el marco del TNP, se trate como asunto prioritario el compromiso de que ningún Estado sea el primero en usar estas armas es que, si se pretende evitar la guerra nuclear por medio de las políticas disuasorias hoy vigentes, toda reducción del riesgo lograda en el corto plazo dejará en pie las actuales estructuras de confrontación y de amenaza recíproca.
Adoptar el principio de renuncia al uso inicial de armas nucleares puede mejorar significativamente el clima de la seguridad global. Cito aquí el ejemplo de la China y la India; cuando, en junio de 2020, estos dos países participaron en un conflicto limítrofe que dejó decenas de víctimas, el compromiso de abstención que ambos habían adoptado a tales efectos ayudó a frenar la creciente escalada de tensiones.
A medida que más Estados suscriban el principio de no ser los primeros en usar armas nucleares, se irá fortaleciendo la norma de que esa clase de armamentos no puede ni debe emplearse en ninguna circunstancia. Esto reducirá el incentivo para seguir desarrollándolos y, a la vez, ayudará a romper el círculo vicioso de la proliferación nuclear, que, ante cualquier incremento del nivel de amenaza, instiga a los países a querer tener más armas de esa índole.
Además, la repercusión positiva de renunciar a ser los primeros en usar armas nucleares no se limitaría al ámbito de la seguridad. Desactivar el actual sistema de amenazas nucleares entrelazadas —que ha exacerbado globalmente las divisiones y la tensión internacional— liberaría recursos financieros hoy destinados a la competencia nuclear, que podrían emplearse para proteger la vida, los medios de subsistencia y la dignidad de todos, ante situaciones de crisis como la pandemia de COVID-19 y el cambio climático.
Insto enfáticamente a todos los Estados partes a aprovechar la oportunidad de esta Conferencia de las Partes Encargada del Examen del TNP para incluir, en su documento final, la adhesión de cada país poseedor de armas nucleares a la política de no ser el primero en utilizarlas, así como el apoyo de todos los Estados partes a este principio y la extensión de las garantías de seguridad negativa a todos los Estados no poseedores de dichas armas, para promover de esa manera la transición hacia un nuevo paradigma en materia de seguridad.
Un aforismo de Asia oriental señala: «Quien cae al suelo se impulsa contra el suelo para levantarse». A tono con ello, nuestra verdadera fortaleza como seres humanos se revela cuando, lejos de limitarnos a resolver la crisis inmediata, nos valemos de dicha experiencia para crear algo enteramente nuevo.
Asimismo, debemos recordar que el propósito del TNP nunca fue establecer la confrontación y la amenaza nuclear continua como destino inevitable de la humanidad.
En esto, es vital aprender del ejemplo de los hibakusha del mundo —las víctimas de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, y de los ensayos o la producción de armamentos nucleares—, cuya voz no ha cesado de clamar para que nadie más, en ninguna parte del planeta, deba padecer lo que ellos han sufrido.
Hasta ahora, el propósito fundamental de la política de disuasión nuclear había sido desalentar el uso de armas nucleares por parte de los oponentes, objetivo que, para lograrse, requería el incremento de dichos arsenales. Ahora, los Estados deben dar un paso atrás con respecto a esta posición, e identificar la amenaza implícita en sus propias doctrinas nucleares con la misma severidad con que observan la amenaza atribuida a los otros países. Además, llamo a todos los Estados a enfocarse sinceramente en las contribuciones que cada uno puede hacer para evitar la guerra nuclear y reducir drásticamente el riesgo de detonación de esas armas.
Con miras a este fin, adoptar el principio de renuncia al uso inicial de armas nucleares puede ser un primer paso de importancia crucial.