Aprender sobre la dignidad (The Japan Times, 23 dec 2011 )
[Artículo de opinión de Daisaku Ikeda, publicado en el diario The Japan Times, el 23 de diciembre de 2011.]
El 19 de diciembre, la Asamblea General de la Naciones Unidas, reunida en Nueva York, adoptó una nueva Declaración de las Naciones Unidas sobre educación y formación en materia de derechos humanos, en lo que constituyó una acción histórica por su importancia.
En su carácter de primer conjunto de normas aceptadas por el concierto internacional para la educación en derechos humanos, proclamado oficialmente por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el nuevo documento provee una base importante para el empoderamiento de las personas, a través de despertar la conciencia ciudadana acerca de los derechos humanos, incluso los que se proclamaron y garantizaron en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 y en sus pactos internacionales subsiguientes. La nueva declaración debe propiciar un accionar mucho más específico hacia la construcción de una cultura universal en derechos humanos.
Porque, junto con las garantías legales para los derechos humanos –y con las medidas pertinentes en el caso de que fueran transgredidos— en definitiva, es necesario forjar, a través de la educación, una postura basada en el respeto por la dignidad de toda vida, que prevenga, en primer lugar, la violación de derechos.
La declaración refleja las voces de la sociedad civil, algo que fue posible, sobre todo, mediante los dedicados esfuerzos de los gobiernos de Costa Rica, Italia, Marruecos, Filipinas, Senegal, Eslovenia y Suiza, que trabajaron por más de cuatro años con importantes organizaciones no gubernamentales (ONG) comprometidas con la tarea de promover la educación en derechos humanos, y con el Consejo de Derechos Humanos (CDH) de las Naciones Unidas. La adopción del documento crea un marco a través del cual entidades gubernamentales y civiles pueden trabajar juntas para alentar la participación de más personas en la empresa de crear una cultura de derechos humanos.
Austregésilo de Athayde, destacado hombre de letras brasileño que participó en la redacción de la Declaración Universal de Derechos Humanos, me manifestó una vez: "El afán principal de todo debate sobre los derechos humanos es combatir la discriminación. Todos los seres humanos son iguales. No se puede permitir ninguna clase de discriminación. Absolutamente ninguna".
Concuerdo de todo corazón con esas apasionadas palabras; creo que la dignidad del individuo debe ser el punto de partida de todas las iniciativas de educación en los derechos humanos.
Los efectos que produce la educación en derechos humanos serán cruciales para despertar en cada persona la conciencia del valor de su propia vida y de su fortaleza, como lo demuestran los siguientes relatos.
Una joven de la India nos cuenta que estaba considerando quitarse la vida, ya que no podía soportar más la discriminación y la violencia a que era sometida. Pero recordó algo que le había dicho su maestra: que tenía derechos. De modo que eligió vivir. Hoy, ella sueña con llegar a ser una maestra así a su vez.
Una mujer de Turquía manifiesta que la formación sobre derechos humanos le infundió fuerzas y puso fin al aislamiento que había sufrido a causa de una situación de abuso familiar. Hoy afirma con orgullo que tiene el derecho de sonreír. La educación en derechos humanos le permitió tener conocimiento de las innumerables personas que trabajan solidariamente para proteger los derechos de la mujer.
Estos testimonios serán incluidos en un DVD educativo sobre los derechos humanos que actualmente están preparando Human Rights Education Associates (HREA) y la Soka Gakkai Internacional, en sociedad con la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos (OACDH) de la ONU.
Es imposible generar un compromiso con tales derechos mediante la simple transmisión de conocimiento. La acción y la experiencia juegan un papel fundamental en el proceso de aprendizaje. Por ejemplo, cuando los niños se ven enfrentados a una situación de acoso entre coetáneos, ¿cómo podrían adquirir la fortaleza no solo para negarse a participar de las riñas, sino para contribuir a que cese la agresión?
La sensibilidad auténtica hacia los derechos humanos solo surge en medio del esfuerzo y el desafío cotidianos. Esta es una gran verdad que no se limita únicamente a la formación escolar: se aplica a todos nosotros.
La base de la cultura de derechos humanos queda establecida cuando podemos desarrollar una abierta empatía hacia el sufrimiento de los demás y sentir su dolor como si fuera propio; y cuando somos capaces de esforzarnos constantemente para hacer surgir nuestro "mejor yo", y de comportarnos en todo momento y situación de un modo que podamos sostener con orgullo.
Desde luego, el verdadero cambio que la Declaración de las Naciones Unidas propiciará en la vida de las personas vulnerables del mundo dependerá en gran medida de los esfuerzos de las ONG, la sociedad civil y los estados miembros de la ONU. Quisiera ofrecer aquí tres propuestas concretas:
La primera se refiere al establecimiento de un cuerpo de la ONU especializada en el fomento de la educación y la formación en derechos humanos. Quisiera instar a las ONG y a las redes dedicadas al tema a que tomen la iniciativa de establecer un Consejo Internacional para la Educación en Derechos Humanos, que trabaje en estrecha comunicación con el CDH y la OACDH.
La segunda tiene por objeto fortalecer las actividades regionales coordinadas para la educación en derechos humanos centradas en los jóvenes. Se les debe brindar a ellos las oportunidades necesarias para acceder a la educación en derechos humanos a través de encuentros e intercambios que trasciendan las fronteras nacionales.
Mi tercera propuesta contempla el diálogo entre religiones hacia la creación de una cultura de derechos humanos. Quisiera sugerir que las tradiciones religiosas se embarcaran en la tarea de dialogar y "compitieran" unas con otras constructivamente, en un esfuerzo por contribuir a la formación de individuos que lleven a cabo acciones en bien de ese objetivo en común.
La labor de dejar establecidos los derechos humanos universales comienza con la transformación en la conciencia y en el comportamiento de cada individuo. Por otra parte, una acción para educar y capacitar en dichos derechos que sea persistente y se expanda hasta convertirse en un amplio movimiento de base popular puede dejar firmemente asentado el cimiento ético para el florecimiento de una espléndida cultura en derechos humanos.
Tales derechos ejercerán una poderosa fuerza transformadora de la realidad, cuando dejen de ser entendidos simplemente como normas de conducta dictadas por terceros y se vivan como la manifestación espontánea de valores incorporados. Los derechos humanos no deben su validez al hecho de haber sido codificados. La base espiritual que da origen a este conjunto de principios es la lucha por consolidar nuestros derechos.
Los derechos humanos adquirirán su justo resplandor cuando una sucesión interminable de personas valerosas, continuadoras de ese espíritu, surjan para ampliarlos y expandirlos.