Rosa Parks
Una sola palabra es suficiente
Encuentro con Rosa Parks, pionera del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos (Los Ángeles, enero de 1993)
Hay momentos en que una simple palabra altera el curso de la historia; en que un día común y corriente se convierte en un día memorable; en que un simple individuo inicia reformas cimeras con su gesta. Eso es lo que sucedió cuando Rosa Parks se negó a obedecer. El conductor de un autobús le había ordenado ceder su asiento a un pasajero blanco porque ella era de color, pero su invicto “no” modificó la historia de los Estados Unidos. La población afroamericana había soportado incontables injusticias hasta que la resuelta actitud de esa mujer dio paso a un gran movimiento por el cambio social.
Conocí a Rosa Parks el 30 de enero de 1993, en la sede de Calabasas de la Universidad Soka de Estados Unidos. Quedé impresionado por su calidez maternal. Esa ha de ser la amabilidad que cautivó a tantas personas. Sonreía siempre. Tenía ochenta años y su afabilidad traslucía una férrea convicción.
Rosa Parks ocupó el tercer lugar en una encuesta publicada en los Estados Unidos en 1993, como la mujer norteamericana más influyente del siglo XX a criterio de historiadores y académicos. El primer lugar fue ocupado por la ex primera dama y activista social Eleanor Roosevelt.
Cansada de tanto sometiento
Rosa Parks es la madre del movimiento por los derechos civiles. Es toda una leyenda viviente. Su historia figura en los textos de estudio de su país y de otros lugares del mundo. Prácticamente todos conocen sus aportes, pero su historia merece ser contada una vez más.
Montgomery, Alabama, 1 de diciembre de 1955. Rosa Parks tenía cuarenta y dos años de edad. Se dirigía a su casa tras una dura jornada de trabajo en la sección de sastrería de una tienda por departamentos. Cuando subió al autobús se dio cuenta de que el conductor era el mismo hombre desagradable que la había obligado a bajarse del autobús hace doce años. La parte trasera del vehículo estaba llena y ella había tenido que subir por el frente. Esa fue la razón por la que el conductor la obligó a bajar.
Rosa Parks en un autobús de Montgomery el 21 de diciembre de 1956, el día en el que el sistema de transporte público de Montgomery dejó de regirse por las leyes de segregación. Detrás de Parks está Nicholas C. Chriss, un reportero de la UPI que cubrió el acontecimiento. [© Bettman / Getty Images]
Los pasajeros blancos viajaban adelante y los negros atrás. Cuando no habían suficientes asientos para blancos, los pasajeros de color tenían que ceder sus sitios e ir parados. La discriminación y la segregación a las comunidades consideradas inferiores era de lo más habitual. Al parecer el conductor no había cambiado en todos esos años, pues volvió a lanzar la misma orden: “A ver ustedes, más vale que se pongan de pie y me den esos asientos”. La gente empezó a levantarse pero ella no se movió.
En una autobiografía, Rosa Parks escribe: “No veía por qué sería mejor ponerme de pie. (...) Cuanto más reculábamos, cuanto más cedíamos, peor nos trataban”.
Su firme rechazo estaba cargado de la historia de sangre y lágrimas derramadas por millones de afroamericanos. Sus ancestros habían sido traídos en barcos de esclavos como ganado y habían muerto en medio de mucho sufrimiento. Las madres eran fustigadas frente a sus hijos, los cuales eran arrebatados de sus padres para ser vendidos. Aún después de la abolición de la esclavitud, las personas de color siguieron sumidas en la desesperanza porque continuaron siendo víctimas de la explotación, el linchamiento y el asesinato.
Rosa Parks enfatizó: “He tenido muchas vivencias desgarradoras. Muchas, muchas...”. Luego me contó sobre un joven afroamericano que fue arrestado por violar a una mujer blanca. Ella dijo: “Era completamente inocente, pero fue arrestado a los diecisiete años y ejecutado a los veintiuno”.
Ella decidió luchar contra la injusticia, con su esposo Raymond y varios compañeros más. La muralla de la segregación parecía imbatible. Las autoridades civiles, las leyes, los medios de comunicación y la población en general estaban acostumbrados a violar los derechos inalienables de otros, como si fuese de lo más normal.
Ella estaba hastiada del acoso y la prepotencia. Mientras más cedía, peor era el trato.
El conductor exigió: “¿Y tú no piensas pararte?”.
Ella djo “no”.
El hombre advirtió: “Entonces, voy a hacer que te arresten”.
“Hágalo”, respondió serenamente.
Luego apareció un policía que le preguntó la razón de su desobediencia y ella replicó: “Porque es un abuso”.
Algunos opinaron que ella no se paró porque estaba cansada. Ella lo tenía claro. Declaró: “Yo estaba cansada pero de aguantar la discriminación”.
Avanzar en bien de las generaciones futuras
El incidente fue el detonante de la ira de la comunidad afroamericana de Montgomery. Rosa Parks era apreciada por su alegría, calidez y lucidez. El joven dirigente del movimiento por los derechos civiles, Martin Luther King (h.), y otros ardientes activistas organizaron el boicot de los autobuses. Miles de afroamericanos, incluso los que antes habían cooperado con el sistema de transporte público, se solidarizaron. En lugar de conmutar en autobús, decidieron caminar y compartir trayectos en automóvil. Una empresa de taxi perteneciente a un afroamericano ofreció transporte reduciendo sus tarifas a un precio menor que el pasaje de autobús. Durante las horas pico, las calles se llenaban de orgullosos transeúntes y gente que canturreaba en las filas. Pocos dudaron en hacer recorridos que superaban los quince kilómetros de sus casas a sus trabajos. Todos sabían que avanzaban por el camino hacia la libertad y la paz.
Martin Lugher King (h.) describe un caso que plasma el espíritu del movimiento en su libro Stride Toward Freedom (Marcha hacia la libertad):
Un día, un conductor detuvo su vehículo cerca de una anciana que caminaba con evidente dificultad.
El hombre se ofreció: “Abuelita, súbase; no es necesario que usted camine”.
Ella hizo un gesto de negación con la mano y dijo: “No lo hago por mí. Lo hago por mis hijos y nietos”. Y, siguió su camino a casa.
Sin embargo, la retribución fue severa. Rosa Parks recibió una lluvia de llamadas telefónicas que la amenazaban. Fue despedida. Los rumores falsos inundaron los darios. Una bomba explotó en la casa del doctor King. Cuando comenzó el juicio, le negaron el derecho a la defensa y se le declaró culpable. A pesar de las amenazas y el acoso, ella nunca pensó en huir ni esconderse. Estaba decidida a mantener su posición y seguir luchando a toda costa.
Había surgido una solidaridad imperturbable. Aquel movimiento no violento por la igualdad sacudió la conciencia de los Estados Unidos y del mundo entero.
Finalmente, luego de un año de sentencias y recursos de apelaciones, la Corte Suprema de los Estados Unidos declaró inconstitucional la segregación en los autobuses. Desde ese instante, el movimiento por los derechos civiles cobró enorme impulso y la lucha por la igualdad irrumpió ampliamente como una gran marea.
Un encuentro
Rosa Parks e Ikeda se reúnen en el entonces campus de la Universidad Soka de América en Calabasas, California (enero de 1993)
Alguien dijo que una idea se revela como algo poderoso cuando llega su tiempo. La valentía de una sola mujer cambió vigorosamente el mundo como una chispa que prende en un campo de paja seca.
En Stride Toward Freedom, Martin Luther King (h.) reflexiona sobre el rol que cumplió Rosa Parks:
Ella estaba anclada en ese asiento por la indignación acumulada de tiempos pasados, por las aspiraciones ilimitadas de generaciones aún por nacer. Tal vez, fue víctima de las fuerzas de la historia y del destino. Fue llevada ahí por el “zeitgeist”, el espíritu de los tiempos.
Antes de reunirme con Rosa Parks, sus allegados comentaron que ella estaba preocupada por los comentarios racistas que habían hecho algunos legisladores japoneses. Debía ser cuidadosa porque ciertos sectores podían usar su nombre en beneficio propio. Pero su inquietud se esfumó en la Universidad Soka de Estados Unidos.
Cuando llegó, un coro la recibió con la canción “We Shall Overcome (Venceremos)”. Apenas nos vimos comprendimos nuestras coincidencias. Yo también he dedicado mi vida a luchar por los mismos principios. Comprendí su determinación, sus lágrimas, sus esperanzas. Ella me dijo que encontró en mí un amigo. Cuando conversamos, cité unos de sus versos favoritos compuestos por Langston Hughes:
Cuando sea compositor
escribiré una canción sobre
cómo raya el alba en Alabama...
Hablaré en ella sobre manos blancas
y manos negras, marrones, amarillas,
y terracotas,
que acarcian suavemente a todos con sus dedos
en un melodioso amanecer.
Cuando sea compositor
y escriba sobre el amanecer
en Alabama...
Rosa Parks se reúne con estudiantes del Instituto Superior Soka para Señoritas en Hachioji, Tokio (mayo de 1994)
Yo la invité al Japón. Ella aceptó y vino en mayo de 1994. Quienes la conocen se sorprendieron ya que ella nunca había viajado más lejos de los países que circundan los Estados Unidos.
Cuando vino a la Universidad Soka de Japón, derramó lágrimas mientras oía al coro estudiantil. Me dijo que se acordó de una joven japonesa, sobreviviente de la bomba atómica de Hiroshima que conoció en su país. “A ella también le emocionaban las canciones de coro”, recordó. Al escuchar la voz de las estudiantes, Rosa Parks no pudo contener sus lágrimas. Eso demuestra su bondad y sensibilidad. Sin duda es una persona que siempre tiene en consideración cómo se sienten los demás.
La fortaleza es una enseñanza que le inculcó su madre, explicó: “Mi madre me enseñó a respetarme a mí misma. Ella decía que no hay ley que diga que la gente deba sufrir”.
La existencia de un individuo puede parecer insignificante dentro de la historia universal. Pero, a pesar de los avatares del destino, los seres humanos somos capaces de construir historia.
Tal como lo demuestra la vida de Rosa Parks, el valiente clamor de justicia de una persona puede iluminar el corazón de miles y cambiar el rumbo de la humanidad.
[Fuente: Texto extraído del libro One by One de Daisaku Ikeda, donde el autor narra sobre las personalidades que lo inspiraron.]